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Carta a la cumpleañera Chetumal, una capital debilitada y anclada en el recuerdo

Desde los Once Pasos

Javier Chávez Ataxca

Pues veo que hoy cumples 125 años, doña Chetumal, y tengo que murmurarte tus linduras mientras recorro la avenida de los Héroes y el Parque de los Caimanes, porque eres una dama con maquillaje mal aplicado y un chingo de várices y arrugas de expresión, pero en tu digno cuerpo inclinado a la nostalgia concentras los sueños y latidos de miles y miles de mujeres y hombres desde 1898, antes del estallido de la Revolución de Madero.

Tuve la fortuna de conocerte en junio de 1988, cuando el cozumeleño Miguel Borge Martín iniciaba un gobierno de excelencia cuyo legado tanto agradeces, como la Universidad de Quintana Roo y el Museo de la Cultura Maya, manejados con las patas por los nuevos mandamases expertos en desmadrar por incompetentes y ocurrentes.

Entonces eras una capital que se despedía a regañadientes de la prosperidad fayuquera, viendo con envidia a Cancún. Pero el PRI con su monopolio de la política posibilitó el reinado consecutivo de dos hijos tuyos de 1993 a 2005: Mario Villanueva Madrid y Joaquín Hendricks Díaz.

Eres una señora capital en decadencia, como una Tongolele artrítica superada por nuevas competidoras atléticas y buenísimas, como Playa del Carmen y Tulum. Esta decadencia es provocada por la anemia de tus políticos, resignados al papel de Chicotes y Mantequillas para que luzcan Jorge Negrete y Pedro Infante, procedentes del norte.

A esta aguda anemia contribuye la ausencia de iniciativa privada, entendida como el puñado de mujeres y hombres que arriesgan su capital sin necesitar vejigas gubernamentales para nadar, porque nada se mueve en tus dominios si un orden de gobierno no autoriza la inversión en una gran obra, como la Megaescultura que estorba en tu bahía.

Tus espacios han sido agredidos por los malvados, quienes en fecha reciente dispararon e intentaron levantar a uno de tus hijos en el Parque del Queso. Hace 30 años esta escena habría sido imposible, pero hay mucho maleante refugiado en tu regazo y te duele más que hayan sido paridos aquí, no en Guerrero o Tamaulipas,

Encuentro tu mirada en la bahía cuyas aguas en ciertas horas se besan con el cielo y si me alcanza tu voz soportaré tus quejas y palabras de aliento, porque no te cansas de nadar contra corriente  con tus 125 abriles en la espalda y reclamando tu medalla de oro de “la capital” inamovible, sin aceptar que otros monarcas deciden tu destino.

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