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Decepciona Mara Lezama en el combate a la corrupción voraz del joaquinismo

Desde los Once Pasos

Javier Chávez Ataxca

Mara Lezama es gobernadora lopezobradorista y sus acciones o más bien la falta de ellas nos muestran un inaceptable perdón y olvido a las cuentas del gobierno de Carlos Joaquín, quien ganó el trono en 2016 con los colores facilitados por PAN y PRD, ante el veto de Beto Borge que lo combatió con saña cuando ambos militaban en el PRI.

El punto de partida de Mara Lezama pasa forzosamente por la auditoría forense a los números de Carlos Joaquín y colaboradores, en áreas como Seguridad Pública, Fiscalía General, Salud, Finanzas y Planeación, Obras Públicas, Turismo y Comisión para la Juventud y el Deporte, zonas con fétido olor a corrupción.

Lo absurdo es que los joaquinistas tomaron posesión escandalizados por los excesos del borgismo, santiguándose a cada paso mientras anunciaban la buena nueva del “cambio”, convertido en un  borgismo más insaciable.

Contar con una “dama de hierro” como Reyna Arceo Rosado tiene que facilitarle a Mara Lezama el buceo en los documentos del joaquinismo donde hay un ser intocable: Juan de la Luz Enríquez Kanfachi. Pero con su extrema pasividad la Contralora es más bien “la dama de yerro”.

Mara tiene tres ingredientes para la historia: primera mujer que escala a la gubernatura que fue patrimonio de machos desde 1975; primera cancunense –nacida en la Ciudad de México– y primera de Morena, aunque es simpatizante, no militante del partido fundado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador.

Precisamente López Obrador es quien le dio un abrigo inmerecido a Carlos Joaquín, al llevarlo en brazos para depositarlo en la Embajada en Canadá y darle el blindaje que soñó su antecesor cozumeleño Roberto Borge, quien se pudre en el Centro Federal de Rehabilitación Psicosocial (Ceferepsi) del estado de Morelos.

Y si el rey Carlos Joaquín tiene un blindaje militar, este blindaje no debe incluir a sus alfiles, torres y caballos. Pero estas piezas del ajedrez duermen como benditos, acariciados por las oraciones de Doña Reyna Arceo.

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