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Martín Morita Cancino es mi amigo hasta el resto de mis lunas, aunque físicamente esté ausente en definitiva. Hoy estaría cumpliendo 52 años este periodista tan completo, con el instinto tan indispensable para desempeñar nuestro oficio y con una prosa tan magistral y contundente como caricia de Mike Tyson en el cuadrilátero.
Fuimos amigos para siempre desde que yo laboraba en aquel Diario de Yucatán; él era reportero del Diario de Quintana Roo, a principios de la década de los 90. “¿Tomamos un trago?”, exploró aquel viernes a eso de las 9 de la noche en las cercanías del Dorado, un bar legendario que debe ser patrimonio de la comunidad periodística ¿Verdad, amigo Rubén Vizcaíno? ¿Verdad Fernando Aguileta?
Pues les diré que agarramos una parranda marca Acme, hasta que nuestros amigos cantineros caían de sueño a las cinco de la mañana. Y de ahí pal real, como dos hermanos en aquel Chetumal donde la competencia periodística era feroz, con amigos como Sergio Caballero, Roberto Andrade, Jorge Cruz y Javier Venegas, incluidos amigos que se nos adelantaron como José Luis Avalos y Fernando Tejeda, “El Amarillo”.
Martín Morita es el mejor periodista que ha tenido Quintana Roo, así, en tiempo presente. Una muestra de su talento tan demoledor y brillante, su salto a la revista Proceso cuando era dirigida por Julio Scherer. Fue Carlos Marín quien lo reclutó a las filas de la mejor revista política de nuestro país, iniciando los 90.
Andanzas, anécdotas, ríos de vivencias, decepciones en el otro Mar Caribe, proyectos condenados al naufragio, primicias periodísticas y mares de amistad, confidencias, amarguras y ese recomenzar con pasión de niño, preparando la maleta cada mañana y bebiendo la vida como un trago, con filosofía de pescadores que disfrutamos la música y el futbol a todo galope, soportando los aguijones que son el chile habanero de nuestros ceviches, porque la vida es eso: un ceviche que se disfruta mejor con un amigo.
Ya te oigo, Martín, festejando el triunfo de tus Chivas que humillaron a mis guajolotes centenarios. Ya te oigo, tan burlón con tu bullying tan sanguinario. Ya oigo tu invitación, como en los viejos tiempos que navegan en mi memoria: “Te espero en el Mar Caribe; aquí está el Cheyo y viene el Flaco Andrade en camino…”