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Tal como ocurrió la noche del dos de julio de 2000, cuando el panista Vicente Fox expulsó al PRI de los Pinos, esta semana en Quintana Roo ha llovido confeti y serpentinas con ríos de euforia entre los simpatizantes de Carlos Joaquín González, quien pasó a la historia como el primer vencedor de un priismo que fue condenado al destierro en las urnas, hablando de la gubernatura.
Los priistas se habituaron a la gubernatura, dando por hecho que les pertenecía como su cartera o el bolso de mano. Quintana Roo es priista, presumían bravucones, sin tomar en serio los nubarrones de un desafío que se dibujó en el horizonte en aquel lejano 1999, cuando Don Gastón Alegre López (PRD) puso a parir al priista Joaquín Hendricks Díaz.
Pero los priistas permanecían en el fuerte de San Felipe Bacalar, vigilando la caricaturesca opción de panistas y perredistas que con sus barquitos inflables y pistolas de agua no representaban el mínimo peligro para el poderoso ejército tricolor que previamente fue exigido al máximo por Juan Ignacio “Chacho” García Zalvidea y Greg Sánchez Martínez, quien como candidato impulsado por el PRD fue retirado de la contienda al activarse un proceso judicial por sus supuestos nexos con el narco, maniobra perversa destinada a descarrilarlo para que no compitiera contra el priista Roberto Borge.
Carlos Joaquín González fue creciendo como opción dentro de las filas del PRI. Ya en 2010 figuró en la terna de aspirantes a la gubernatura en la que también fue incluido el actual alcalde chetumaleño, Eduardo Espinosa Abuxapqui.
El gobernador Roberto Borge le cerró a Carlos Joaquín las puertas del PRI, hasta obligarlo a dar el salto para descender en los ejércitos del PAN y PRD, débiles a nivel de campo porque en los hechos no eran partidos de oposición, pero la unión de estos membretes siempre será atractiva para fines de mercadotecnia.
Recordemos que en 2005 su hermana Addy Joaquín Coldwell –también hermana de Pedro Joaquín Coldwell– se negó a participar en el proceso interno del PRI para la selección del candidato a la gubernatura, advirtiendo mano puerca del gobernador Joaquín Hendricks, cuyo favorito era el cozumeleño Félix González Canto. El derrotado: el chetumaleño Eduardo Ovando Martínez, casualmente compadre de Hendricks.
Addy Joaquín aceptó ser candidata de la coalición PAN-Convergencia, pero quedó en tercera posición. De hecho, la cozumeleña posibilitó el triunfo de González Canto, al restarle votos al “Chacho” Juan Ignacio García Zalvidea.
El triunfo del ex priista Carlos Joaquín fue contundente, aunque Morena con su decepcionante y previsible tercer lugar anda rumiando su derrota, siendo utilizado por el Por Esto de Quintana Roo para aguijonear tiro por viaje a Carlos Joaquín, con descarada motivación monetaria porque Mario Renato Menéndez pretende presionar para preservar su suculento convenio de locura.
Otros periódicos que dependen 100 por ciento del flujo de publicidad gubernamental quedaron en estado de shock, como el Diario de Quintana Roo que se sumó al juego sucio –el término guerra sucia no me parece adecuado porque no hay guerra limpia–, incluyendo en su bombardeo madrugador a Luis Torres Llanes, quien en un arranque de valentía decidió seguir al lado de Carlos Joaquín, renunciando también a su militancia en el PRI.
Las expectativas generadas por el hijo de Don Nassim Joaquín Ibarra son descomunales, y la selección de su equipo de colaboradores nos dará una idea de los alcances de su gobierno, obligado a dar un viraje de 180 grados en muchos aspectos que tanto interesan a todos, triunfadores y damnificados.
Porque todo Quintana Roo aguarda los primeros mensajes y movimientos de Carlos Joaquín, quien tendrá todo el margen de maniobra del mundo para hacer y deshacer, impulsado por un universo de electores que lo apoyó sin titubear, incluidos hombres que se la jugaron a muerte con él, como Jesús Manuel Alcérreca Manzanero, Abraham Rodríguez Herrera y Francisco Atondo Machado.