Una mezcla de asombro y decepción me invadió al enterarme del repentino retiro de la emisión dominguera Clásicos del Siglo XX, conducida hasta hace algunas semanas por Enrique Hernández en la estación radiofónica del Sistema Quintanarroense de Comunicación Social (SQCS).
Era una emisión ejemplar que nos ofrecía un manantial de armonía, ya que nos transportaba a los dominios de la música que llegó para quedarse, con un experto que iba colocando en nuestra mesa las mejores viandas, presentadas y comentadas por un conocedor de ritmos, biografías y anécdotas.
El pecado mortal de Enrique Hernández fue pasar al aire –como siempre ha hecho – tres opiniones de radioescuchas que preguntaron por el destino de la jubilada emisión Chiquidivertiradio, conducida por Ligia Tun.
Las opiniones fueron en sentido crítico, lamentando el despido de personal que vale la pena y que en cambio se mantenga en sus posiciones a burócratas y políticos nada funcionales. Es lo que se comenta en las calles y cafeterías, pues.
La reacción fue visceral, y ante todo una falta de respeto porque se intentó pisotear la dignidad de un ser humano que dio prestigio al SQCS a lo largo de los años, haciendo entrevistas en eventos especiales.
Puedo comprender un trancazo de censura en tiempos de Stalin y Nikita Kruschev, quienes en la extinta Unión Soviética podían anular la ley de gravitación universal, calmando mareas y decidiendo hasta la hora adecuada para practicar el sexo, duración y tipo de compañía íntima.
Pero la censura llegó a los niveles de lo insólito en el SQCS, ya que burócratas menores sacaron de la circulación a Clásicos del Siglo XX, una emisión cuya materia prima es la buena música.
Jorge Acevedo Martín, titular del SQCS, no tiene vocación por la censura. Esto lo afirmo porque fuimos compañeros en el disminuido Diario de Yucatán, a principios de la década de los 90.
Posteriormente Acevedo participó en un programa radiofónico Desde el Café, acompañado por mis amigos Jorge González Durán y José Antonio Callejo. El conoce muy bien los niveles de infamia que acompañan a la censura, ya que esto equivale a amordazar al compañero de mesa de café por no compartir una opinión.
El gobierno del estado afirma en el discurso que hay libertad de expresión en Quintana Roo. Pues la prueba de fuego la tiene precisamente en sus entrañas, con algo tan inocente que puede crecer como bola de nieve, afectando la imagen del gobernador Roberto Borge.