Alerta Roja
Javier Chávez Ataxca
Al chetumaleño con 50 y tantos años al hombro el gobierno no debe atreverse a darle cucharadas soperas de resignación bovina, ante la nueva realidad que nos lanza a la intensa órbita roja de violencia criminal estilo Michoacán y Tamaulipas.
Pero sus mandos encargados de seguridad recetan estas cucharadas por acto reflejo, justificando serenamente las frecuentes mordeduras de serpientes venenosas que atacan y matan a pleno sol, incluso ante la barda perimetral del Batallón de Infantería de Marina, cercano al Zoológico Payo Obispo y al Instituto Tecnológico de Chetumal (ITCH).
Encaminado a la vejez, este habitante de nuestra capital disfrutó desde niño una envidiable calma de cuento de hadas, por ser Chetumal un pueblo caribeño donde todas las familias conocían santo y seña de sus penurias, vicios y alegrías, incluidos estrenos sexuales e infidelidades.
Seducida por sus políticos que la ilusionan como incorregible novia primeriza, nuestra capital ha desembocado en el desengaño, los lamentos y el arrepentimiento por equivocarse con falsos redentores que se han apoderado de la gubernatura, como ocurrió en 2016 con Carlos Joaquín González,, el del “Gobierno del Cambio”.
El hermano del exgobernador cozumeleño Pedro Joaquín Coldwell fue un mártir para el chetumaleño que lo llevó en hombros a Palacio de Gobierno, castigando así la soberbia de niño malo de su gobernador saliente: el priista cozumeleño presidiario Roberto Borge Angulo. Pero Carlos Joaquín abrió de par en par la puerta a los malosos, con efectos de onda expansiva mortífera.
La más reciente serenata fue de Andrés Manuel López Obrador, quien como candidato de Morena y Presidente prometió que Chetumal sería sede de la Secretaría Federal de Turismo, pero su titular Miguel Torruco Márqués siempre encontró una excusa para no mudarse a Xpujil o Escárcega, según su visión de nuestra capital que elevó a la inservible categoría de primer Barrio Mágico de la república.
Aquel chetumaleño se sigue ilusionando, pero lo único que atesora es su seguridad que le ha sido arrebatada en los últimos años, mientras la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la Fiscalía General del Estado normalizan y hasta minimizan la presencia de dos cárteles que se disputan la plaza caribeña.
En su lógica glacial, los ataques no afectan directamente a la población y por ello no hay que ser alarmistas. Más cucharadas soperas de resignación bovina para las masas.