Alerta Roja
Javier Chávez Ataxca
La gran inundación del pasado 14 de junio por la noche sacó a flote todas las miserias de una capital rodeada de cuerpos de agua y por ello vulnerable a las intensas descargas pluviales que castigaron a un puñado de colonias humildes, sin dejar a salvo a la clase media concentrada en La Charca donde hay decenas de negocios, incluidas farmacias y clínicas particulares, un gimnasio y una guardería de excelencia.
Es indispensable la revisión rigurosa de especialistas y mandos recientes para obtener un diagnóstico preciso de lo que tanto daño causó a cientos de familias, porque por inversiones en drenaje no ha quedado. Sin chismes y especulaciones hay que avanzar, revisando a conciencia los datos duro sin maquillaje.
Y si el Ayuntamiento capitalino culpa a los ciudadanos cochinos por aventar toneladas de basura que taponean el drenaje –incluidos muebles, tazas de baño y escombro–, pues si ya saben cómo somos, por qué no actúan antes del “niño ahogado”.
Pero hay que explicar las fallas a quienes tuvieron sus autos cubiertos hasta el copete por varias horas, como en la zona conocida como La Charca por haber sido eso precisamente: una charca que rellenaron a mediados de la década de los 80 para fundar una colonia de funcionarios y burócratas estatales.
Entre las millonarias obras sobresale “el gran canal”, construido en el gobierno de Carlos Joaquín González con una inversión de 137 millones de pesos y una longitud de 1.5 kilómetros que desemboca en el Boulevard Bahía, yendo hacia Calderitas.
Gerardo Mora Vallejo –titular de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado– aseguró entonces que esta obra evitaría inundaciones en la Erick Paolo Martínez, Centenario y Bachilleres Dos, protegiendo colonias como la Solidaridad –próxima a la plaza Soriana–, Proterritorio y El Bosque. Pero me dicen que a esta obra no se le dio continuidad.
Me explican que las obras del Tren Maya hicieron necesario el relleno de casi 10 hectáreas para construir la estación y el área de talleres. Este enorme relleno generó un impacto comprobado con el agua acumulada –superó el metro de altura dentro de las viviendas–, procedente en gran parte de los escurrimientos que llegaron a la zona del Super Aki, antiguo San Francisco de Asís.
Ante el bombardeo de la reciente tormenta fue inútil el drenaje pluvial construido en el mandato del gobernador chetumaleño Joaquín Hendricks Díaz, quien con esta enorme inversión quiso evitar inundaciones en La Charca, como respuesta al coraje de quienes nos inundamos a fines de mayo de 2001.
Como titular de la CAPA, el cancunense Alberto Covarrubias Cortés está obligado a aparecer con datos duros de las condiciones reales del drenaje pluvial, con una visión integral. Y si gusta puede hacerlo desde Cancún, pero está obligado a reaccionar, pasando a la acción inmediata.
Saber dónde estamos parados es necesario para blindar a nuestra capital, evitando un daño social muy significativo que duele a todos los damnificados, pobres y de clase media y un poco alta. Y repito: la pérdida de un auto duele y ofende, aunque esté asegurado.