Alerta Roja
Javier Chávez Ataxca
Por fin ya están extirpando a Roberto Poot Vázquez de la dirigencia del Sindicato Único de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado (SUTAGE). Esta es la primera lectura de la intervención del gobierno de Mara Lezama como mediador, para evitar vicios y marrullerías de las que ha echado mano este vivillo sureño que llegó al poder en el período del gobernador priista cozumeleño Félix González Canto.
Como Secretaria de Gobierno, la exalcaldesa joaquinista playense Cristina Torres Gómez tiene esa importante encomienda que aviva esperanzas de casi todos los trabajadores sindicalizados, porque ya no soportan a esta hinchada e insaciable garrapata con el triple de vidas de un gato.
Porque Roberto Poot tiene el perfil de todo líder sindical, ya que ha retorcido y orinado las reglas democráticas del sindicato para perpetuarse en el poder, montura que le permite recibir enormes ganancias sin estar esclavizado laboralmente, como el resto de la tropa.
Así lo intenta la chetumaleña Mercedes Rodríguez Ocejo en el sindicato de trabajadores del Poder Legislativo, donde fue depositada por el exdirigente panista Eduardo Martínez Arcila en su período como Presidente de la Gran Comisión del Congreso, durante el mandato de Carlos Joaquín.
Meche Rodríguez demuestra que un liderazgo en manos de un hombre o una mujer es la misma sopa, porque la ambición de la mala los hace iguales. Así la dirigente del sindicato del Congreso local echa mano del manual de supervivencia que incluye el voto a mano alzada, evitando el voto libre y secreto que la condena a la derrota.
Los liderazgos de Roberto Poot y Mercedes Rodríguez serían defendibles si protegieran los los intereses de la tropa, pero solo se han dedicado a beneficiar a su grupo consentido sin lograr aumentos salariales significativos.
Decepciona que ambos sean de nuestro municipio capitalino, porque muchos ingenuos dan por hecho que los de casa son mejores que los de Cancún o los fuereños, por haberlos conocido de pequeños y poder saludarlos y hasta abrazarlos en una cafetería o plaza comercial.
El origen del mal lo detectamos en las características permisivas de los sindicatos, por ser bocadillos adictivos que les hacen sonar la caja registradora sin dar golpe, mientras el patrón –en este caso el gobierno del estado y el Congreso local– los deja hacer y deshacer porque les mantienen las aguas mansas.
Pero al parecer Roberto Poot y Meche Rodríguez tienen las horas contadas, a menos que el diablo meta la cola.