Anwar Moguel
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La prensa tradicional está en jaque. Los periódicos pierden lectores por millares cada día mientras las nuevas generaciones se adaptan cada vez más a la inmediatez y accesibilidad que brinda el mundo virtual y las redes sociales, que se han convertido en la peor amenaza de los diarios.
Ante el inusitado avance tecnológico de la última década, donde según cifras estimadas por la Consultora Competitive Intelligence Unit siete de cada diez mexicanos cuenta con un teléfono celular inteligente en este 2015, y se espera que la cifra vaya en ascenso, la manera en que las personas se informan ha dado un giro de 180 grados.
El centro de esta nueva cultura de la información está en las redes sociales, principalmente Facebook y Twitter –las más influyentes- que se han convertido en un verdadero poder, capaces de lograr lo que el periodismo tradicional ha dejado de conseguir: impacto.
Por citar algunos casos recientes, fueron las redes las que provocaron la renuncia del ex titular de la Profeco, Humberto Benítez Treviño, después de que su hija fuera exhibida en un acto de prepotencia e influyentismo; fueron las redes las que hicieron que David Korenfeld, el ex director de la Conagua, perdiera su empleo por un acto de corrupción evidenciado por un ciudadano común.
En las redes la información fluye libre, sin ataduras, sin el estorbo de las líneas editoriales y de los intereses políticos que controlan, de una u otra manera, el flujo de la información.
Y mientras los diarios se dedican principalmente a la publicación de boletines y notas policiacas, en las redes hay de todo. Sin censura, sin filtro.
Los medios de información virtuales han sido una respuesta periodística del siglo XXI y utilizan –hasta cierto punto- el potencial de las redes y la libertad de Internet para potencializar el alcance de la información, cosa que muchas veces los periódicos no logran, pero conservando los principios del oficio y los códigos de ética de acuerdo al medio.
En el extremo más débil se encuentra la prensa tradicional, los periódicos que en la psique de muchos políticos de la era de los dinosaurios y jefes de prensa miopes, siguen siendo los referentes de la información por excelencia. Nada más falso en la actualidad.
Aquellos diarios que no se han aplicado a dar el salto al nuevo mundo de la información –la mayoría- están en peligro de extinción, porque muy poca gente lee los periódicos y, peor aún, muy poca gente les cree.
Por esa razón los grandes medios nacionales están apostando todas sus fichas a sus sitios electrónicos y mantienen vigente su oferta periodística fundamentándose en los artículos de opinión, y en algún trabajo de investigación.
Porque la nota sosa, el boletín insulso, y la ausencia total de crítica periodística, está arrastrando a los diarios al abismo.
Por supuesto que hay grandes peligros con la información que circula en las redes. Al estar en un terreno indómito las falsedades, los borregazos, los golpes bajos escudados en el anonimato, la calumnia y la mentira son también parte del menú, aunque cada lector elige lo que quiere consumir.
La tendencia es deprimente para los nostálgicos de la prensa de antaño. En el Foro Eurolatinoamericano de Comunicación celebrado en 2012, el periodista Jorge Zepeda Patterson dijo una gran verdad: “el modelo de negocio (de los diarios) está quebrado y es irreversible, los jóvenes no leen periódicos o revistas como antes, cada que muere un suscriptor es la pérdida de un recurso no renovable”. Punto.
Y mientras que el principal cliente de los periódicos son los gobiernos, en la medida en que estos evalúen la notable pérdida de influencia de los medios impresos empezarán a invertir cada vez menos en su manutención.
La única opción, señalan todos los expertos, es profesionalizar al periodismo y saltar al terreno de la Internet. La transición será lenta, pero los medios están en ese punto de inflexión donde deben adaptarse, o morir.