Carlos Barrachina Lisón
En las últimas semanas varios amigos me han contactado con tres o cuatro preocupaciones relacionadas con la mala gestión y falta de compresión del mundo universitario del Rector de la Universidad de Quintana Roo.
La primera cuestión, que ahora pareciera menor, tiene que ver con el intento de control policial por parte de rectoría de los horarios de los académicos. No entiende López Mena, porque no es universitario, que un buen académico trabaja mucho más de las horas señaladas por la Universidad. Investigar y escribir requiere concentración y mucha paciencia. La mayoría de los profesores no descansamos ni siquiera los fines de semana. Quizás es por esa razón que el Rector no tiene acreditados estudios de posgrado relevantes. No ha realizado el esfuerzo, y no entiende.
La segunda cuestión es muy grave y me obliga a tomar un posicionamiento público muy claro y contundente. El mero hecho de cuestionar que se cierren las carreras de Antropología Social, Gobierno y Gestión Pública, Relaciones Internacionales y Seguridad Pública refleja no entender qué es lo que está pasando ni en nuestro México, ni en el mundo. Todavía es más grave que señale en un video que eso no es competencia del Rector y que lo decidirá el Consejo Universitario. López Mena nos toma por idiotas (especialmente a los que hemos pasado muchos años en órganos colegiados de gobierno de la Universidad). No entiende López Mena que una universidad está integrada por académicos que han demostrado a través de su carrera que no sólo saben pensar, sino que aportan explicaciones sobre el pasado, el presente y el futuro del país. Un profesor universitario no es un líder de colonia, con todo el respeto que éstos me merecen, ni un palero partidista que aplaude como foca al padrino de turno.
Atacar las ciencias sociales en el contexto político y social en el que vive México, es literalmente absurdo.
La tercera cuestión es el planteamiento sobre si López Mena puede o no reelegirse como Rector después de cumplir 70 años. Esto tiene una lógica. Alcérreca no fue nombrado en su tiempo, y el estancamiento del Consejo de Ciencia y Tecnología en Quintana Roo, en estos años, evidencia que fue un acierto que no fuera electo rector. El reglamento dice claramente que no. Ni la rectoría, ni la ciencia deben ser botines políticos, ni espacios para jubilados con aires de grandeza.
Carlos Joaquín González cometió muchos errores y uno de ellos fue nombrar a López Mena. Advertí desde antes del nombramiento como Rector de este personaje que era un tremendo error nombrar a un político mediocre como Rector de la UQROO. Ello me costó el intento del Rector de darme de baja de la UQROO por la puerta de atrás, y en estos de momentos el caso se está dirimiendo en la Junta de Conciliación y Arbitraje.
Todo lo anterior muestra que no estaba equivocado. Este señor claramente no entiende lo que es una universidad pública, ni lo que aporta el conocimiento de las ciencias sociales. No puede dirigir la máxima casa de estudios de Quintana Roo un político tan mediocre y de miras tan cortas.
La cuarta cuestión tiene que ver con mi regreso como profesor de la Universidad de Quintana Roo.
Durante unos años solicité licencia sin goce de sueldo, precisamente para ampliar mis conocimientos sobre el funcionamiento de las fuerzas armadas de México, así como para participar en la capacitación de altos funcionarios de México en aspectos en los que soy especialista, en nivel de doctorado.
López Mena no me renovó la licencia para seguir un año más desarrollando esta función, pero no me lo comunicó. Y cuando pregunté me señalaron que ya no era profesor de la UQROO. Fue tan bárbaro y prepotente el Rector que ni siquiera siguió un procedimiento administrativo básico.
Por supuesto lo demandé en la Junta de Conciliación y Arbitraje solicitando mi reincorporación a la UQROO. El día 22 de febrero me tocó testificar oralmente, y espero que me regresen mi plaza ganada por concurso en el año 2003.
No tengo duda que esta decisión del Rector, tuvo que ver con mis posicionamientos públicos, advirtiendo de la inconveniencia de su nombramiento, y de lo peligroso que era para la Universidad que Mario Vargas Paredes «dirigiera» un sindicato universitario, por su reiterada historia de palero universitario.
La autonomía universitaria no se gana porque en un escrito aparezca el nombre. Se logra luchando por la Universidad y señalando las cosas de frente. Éstos son momentos claros para defender a la Universidad. No entender las ciencias sociales es no entender la realidad de México, ni los problemas que enfrenta.
López Mena abandonará la rectoría marcado por el desprestigio y por la vergüenza. Lo mínimo que se le pide a una autoridad universitaria es sensibilidad y comprensión de lo que es una Universidad.
No nombren por favor nunca más a un político mediocre al frente de una institución tan importante para los quintanarroenses como la UQROO.
Escribo estas reflexiones desde el Congreso de la Asociación de Estudios Internacionales en Montreal, Canadá. En los países avanzados, sí se toman en serio los estudios en Ciencias Sociales. México no sólo es un país avanzado que forma parte de este contexto, sino que también aspira a perfeccionar día a día una sociedad lo más democrática posible. Con personajes como el señalado, dirigiendo instituciones de educación superior, ello se vuelve mucho más complicado.