Nico Lizama
¿Quién es el único que puede presumir de ser un verdadero ícono de Chetumal?
No es un político, no es un artista, no es un youtuber, es alguien a quien al populacho le dió por denominar “El Pato”.
El monero y texticulero lo conoció marchando muy elegantemente en una de tantas paradas militares que se realizaban año con año en la ciudad.
Él, se integraba a cuanto desfile de realizara en esta hoy tan maltratada urbe.
Su clásico y muy deshilachado gorro de marinero, su desajustada camisa manga larga, sus pantalones bombachos, sus botas hasta media canilla y ambos ojos abiertos por completo, que te miraban como escaneándote el alma por entero, eran su inconfundible carta de presentación.
Eran tiempos muy tranquilos, muy ajenos a la violencia que hoy nos agobia la existencia. Épocas de vivir la vida a plenitud, y “El Pato” la disfrutaba muy a su manera. Visitaba los principales comercios de la ciudad para desplegar sus artes de seductor -que también los tuvo- platicando con las chicas encargadas de atender a la clientela que llegaba por montones (cuando tenía vida la avenida de los Héroes). Las damas, encantadas con la visita, se daban su tiempo para dedicarle algún minuto al asiduo, al persistente Juan Casanova.
Siempre he tenido la creencia de que es un jupiteriano a quien sus colegas dejaron en Chetumal para que durante determinado tiempo estudiara a los terrícolas. Y pienso que sucedió una de estas dos cuestiones: lo hizo tan bien, que optaron por dejarlo otro rato, o él, encantado de la ciudad y sus chicas, se negó a encaramarse en el ovni y decidió quedarse para siempre.
Sea o no de otra galaxia muy lejana, se adaptó tan bien, que aquí envejeció y adquirió una enfermedad llamada mal de Párkinson.
Sigo pensando que un día aparecerán sus semejantes, lo abducirán con rumbo a su nave y se lo llevarán con ellos.
Entretanto, “El Pato” necesita ayuda urgente. Su enfermedad ha empeorado y él sigue acurrucado en algún rincón de la ciudad, padeciendo en la soledad el terrible mal que lo atormenta.
Es hora de ayudarlo. Es momento de que alguna institución de beneficencia pública le extienda la mano.
Es navidad. El corazón está más sensible en esta época. Chance y se le haga al “Pato” recibir la oportunidad de alojarse en algún sitio decente, tal y como Dios manda.
(Foto: Ángel Martín)






