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Cuando un futbolista se va

La muerte de Pedro Rodríguez Franco ha conmocionado a muchos, especialmente a quien les escribe.

“El Perico”, su apodo de batalla, fue un personaje que tenía amistad con medio mundo. Era amiguero en extremo y el fútbol formaba parte importante de su vida.

La muerte de  “Peris” me ha pinchado fuerte el sentimiento. Fue mi condiscípulo en el Colegio de Bachilleres y acudimos juntos a la convocatoria del club “Arroceros” de la tercera división profesional. Lo recuerdo emocionado cuando venía el último recorte de jugadores diciéndome: “Nico, a echarle ganas, de aquí nadie nos corre”.

Y cuánta razón tenía, había que defender con uñas y dientes aquella oportunidad que la vida nos proporcionaba.

La institución educativa había publicado una felicitación para ambos por la afortunada convocatoria y dejarles mal no pasaba en lo más mínimo por nuestras cabezas.

Pedro, fue un jugador muy técnico, con perfil de mando. Cuando tenías un acierto, era el primero en acercarse para felicitarte y cuando la “regabas”, también era el primero en llegar y darte una palmada en la espalda al tiempo que te decía: “¡Vamos, cabr…n, no pasa nada; arriba la cabeza!”.

Lo recuerdo animándome cuando “calentábamos” banca. “No somos ningunos pendej…s, Nico, estamos aquí por algo, hay que echarle ganas para que nos voltee a ver el profe Marrufo”.

Su optimismo me contagiaba y me llegaba a convencer de que no estábamos allí precisamente por pendej…s”.

Desde aquellos instantes yo le agarré un gran afecto.

La vida, posteriormente nos hizo tomar rumbos diversos. El fútbol profesional quedó como un espléndido recuerdo solamente y, qué remedio,  fuimos a echar pulgas a otro lado.

Luego nos seguimos topando en el fútbol del llano. Él seguía exhibiendo maestría con sus pases y sus gambetas, yo, en la defensa, orinando -no había para más- como perro de presa mi espacio de custodia para que no me vapulearan los contrarios.

Jamás imaginé que un día me llegaría la noticia de que Pedro fallecería tendido en medio de un campo de fútbol, el sitio en donde el y la felicidad retozaban y se volvían un solo personaje.

Hoy, festejo la vida del “Perico” y lamento como no tienen idea su repentina ausencia de este mundo.

¡Vamos, Pedro, buen viaje, que pendej…s nunca fuimos!.

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