Somos muchos los cristianos a quienes el frío descalabra por completo.
Aunque no es la gran cosa -no es el Polo Norte, por ejemplo- los cambios de temperatura decembrinos trastornan nuestras vidas.
En estos días, es frecuente que alguien comience a toser desesperadamente en alguno de tantos sitios públicos a los que por necesidad se concurre.
Y entonces uno -“avispas” que andamos las 24 horas del día- se sobresalta de inmediato al grado que ganas de salir huyendo no nos faltan.
Y hay mucha razón de que el pavor nos estremezca. El diablo anda suelto y más vale andarse con cuidado.
Antes, una tos se remediaba en un abrir y cerrar de ojos tan solo con hervir un manojo de yerbas y tragársela al hervor, aunque nos calcinara las entrañas.
Hoy, no hay de otra, hay que acudir con un profesional de la medicina, aunque la cartera llore.
Aquí, cabe resaltar la importante labor de los consultorios del doctor Simi, que con un pago de 65 pesos, te sacan del apuro.
En dichos sitios, uno se topa con gente humilde que, de no contar con este oasis médico, pasarían verdaderas penurias para encontrar alivio a sus males.
No dude usted en acudir a esos consultorios cuando la necesidad le apremie, los galenos encargados desempeñan su chamba con tal rigor que Hipócrates estaría orgulloso de todos ellos.