– La pobreza: garantía de longevidad de un sistema
Por Javier Venegas
El síndrome de Estocolmo es una respuesta psicológica. Ocurre cuando los rehenes o víctimas de abuso crean vínculos con sus captores o abusadores. Esta conexión psicológica se desarrolla a lo largo de los días, semanas, meses, o incluso años de cautiverio o abuso.
Decía el “tigre” Azcárraga: “yo hago televisión para los jodidos” y “soy un soldado del PRI”. Más reciente aún, el ex presidente López Obrador decía que “los pobres son una inversión política”.
Explicaba Gustavo Lazzari :” La pobreza es un negocio político y patrimonial. El populismo es inimaginable sin pobreza. Los movimientos políticos populistas pierden mercado si no hubiera pobres a los cuales subsidiar y “enamorar”. No es casual que los populismos latinoamericanos hayan generado los tres factores determinantes en el crecimiento de la pobreza: inflación, pérdida de inversiones y pésima calidad educativa.

En nuestro país, las dádivas populistas no son nuevas han existido desde siempre. Es equívoco echar culpas partidistas. Así se han inventado “programas” favorecedores de “los más pobres” porque el chiste es que no se mueran, que puedan subsistir; que no progresen y requieran siempre de los “apoyos” gubernamentales.
Así se crearon programas asistenciales como Solidaridad, Progresa, Oportunidades y del Bienestar, todos ellos destinados a aumentar el clientelismo político.

Ahora mismo, en el régimen actual -y en el anterior también-, los adultos mayores pasan horas y horas en el sol, con silla de ruedas, en muletas, etcétera esperando cada mes a pasar a cobrar en las cajas del Banco del Bienestar o en su defecto en el único cajero que hay en la única sucursal.
Nadie les informa que la tarjeta que tienen sirve exactamente como cualquier tarjeta de débito de cualquier banco; que pueden comprar mercancía como con cualquier plástico. Se desviven los empleados del banco del Bienestar y de todo el sistema gubernamental en advertir de los peligros; riesgos que usen cajeros de otros bancos: “se puede bloquear su tarjeta y el desbloqueo puede tardar un año”; En algunos cajeros se puede quedar trabada su tarjeta, es mejor que venga al cajero del Bienestar. Y así pasa con cualquiera de los programas asistenciales.
Con el síndrome de Estocolmo (SE), rehenes o víctimas de abuso pueden llegar a simpatizar con sus captores. Esto es lo contrario del miedo, el terror y el menosprecio que se podría esperar de las víctimas en estas situaciones.

Al concluir con los engorrosos procedimientos para obtener la dádiva el exhausto ciudadano agradece a sus captores por haberlo “ayudado” con tanta dedicación.
Al último este trato se convierte en una paradoja.
Con el paso del tiempo, algunas víctimas con SE llegan a desarrollar sentimientos positivos hacia sus captores. Incluso podrían empezar a sentir que comparten objetivos y causas comunes. La víctima podría comenzar a desarrollar sentimientos negativos hacia la policía o las autoridades o en nuestro caso hacia los opositores. Pueden llegar a sentirse resentidos con cualquiera que esté intentando ayudarles a escapar de la peligrosa situación en la que están.
La realidad mexicana es de un bajo crecimiento económico y una cada vez mayor concentración de la riqueza. La economía no crece y no ofrece expectativa social, y si la economía no crece no se generan los empleos que el país necesita El 10 por ciento de la población de mayores ingresos en nuestro país concentra el 41.6 por ciento del ingreso nacional. Un 10 por ciento es dueña, casi, de la mitad del ingreso nacional en nuestro país, en tanto que el 10 por ciento más pobre de este país sólo tiene el 1.6 por ciento de los ingresos nacionales.
Mientras conviene recordar que los políticos hacen gobierno para los jodidos.
El escritor y político derechista peruano Mario Vargas Llosa dijo hace muchos años: “México tiene la dictadura perfecta”. En su momento se refería a los gobiernos del PRI; ahora nos damos cuenta que la vigencia ensancha los horizontes de la frase. Todos, todos los actores políticos hacen permanente la Dictadura Perfecta donde en México es endémica.