
Al parecer, en Tulum es fácil jugar a ser político.
Es como un pasatiempo de niños en donde el más vivo al grito de ¡roooñaaa! se lleva todas las canicas dejando a los demás chiquitines con un palmo de narices.
Cualquier personaje con un poco de inventiva y apoyo en las alturas, puede pasar por un genio de la vida pública en menos de lo que tarda un gallo en cantar entradando la madrugada.
El domingo se dio una muestra de ello, un diputado federal que representa a Quintana Roo pero que vive en Veracruz -¡uf, qué cosas!- presentó su informe de labores.
El tal legislador no escogió a Tulum para hacer su bulla precisamente por el amor que le tiene a ese rumbo, ya que según los entendidos, es probable que el de ayer sea la primera vez que puso los “Loui Vuitton” en dicho municipio.
Estuvo allí porque sus “padrinos” quieren imponerlo como presidente municipal el próximo trienio.
La “sombra” que lo protege es la misma que arropa al actual alcalde balín que no da pie con bola desde el inicio de su administración municipal.
Una nulidad más al frente de dicha demarcación es muy posible si le damos un empujoncito, piensan los “padrinos”.
Y claro que pueden lograr el objetivo con la mano en la cintura. Podríamos llegar a ver cómo presidente municipal al perfecto desconocido que hoy promocionan con un ímpetu digno de mejor causa.
El chiste para lograr su objetivo (a eso le apuestan) estriba en que los votantes se dejen llevar por el canto de las sirenas nuevamente. Solo ellos con su voto pueden frustrar la aberrante acción de que a un bueno para nada lo supla otro de la misma catadura.






