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Muchos chetumaleños que se la jugaron con Carlos Joaquín han sido tratados con la punta del pie por déspotas mandos que copian el estilo del ex gobernador Roberto Borge, cuyos modos repletos de autoritarismo tanto condenaron en campaña.
Lo expongo de esta manera: la capital del estado enfrentó una tiranía especializada en el saqueo, y apoyó con todas las fuerzas de su corazón al ejército libertador liderado por Carlos Joaquín González. Y los chetumaleños esperaban otro trato, comenzando por la preservación y recuperación de sus fuentes de empleo.
Pedro Joaquín Coldwell (1981-1987) fue un gobernador sensible y muy cercano a la gente. Por ello es recordado con nostalgia por muchos capitalinos que aguardan un desempeño similar de su hermano Carlos Joaquín.
Pero según los decepcionados el prometido cambio tan sólo consistió en el cambio de verdugos, ya que hasta embarazadas han sido despedidas, y les han hecho la vida imposible a pacíficos trabajadores dedicados a sus tareas y que votaron discreta y fieramente por Carlos Joaquín, sacando a patadas a estos priistas expertos en la mega transa.
Tengo en mi poder testimonios de burócratas chetumaleños que temen la prolongación sexenal de esta pesadilla, pero confían en que Carlos Joaquín se desprenda de la burbuja que lo aparta de la sociedad, esta sociedad que aportó su voto para posibilitar el cambio histórico, desechando la pandilla Tricolor.
Gobernar con los de casa y gobernar con sensibilidad. Esto es lo que piden a Carlos Joaquín los chetumaleños que contemplan el arribo de poblanos y demás fuereños a las posiciones de poder, mientras las humillaciones se multiplican, mano a mano con oleadas de decepción sureña.