Desde los Once Pasos
Javier Chávez Ataxca
Mientras se agita y disminuye el debate por el saludable retiro de la empresa Aguakan del negocio del agua potable en el norte de Quintana Roo, el cancunense Alberto Covarrubias Cortés permanece oculto y nada se sabe de sus ineludibles acciones institucionales, si acaso las tiene desde Chetumal el exdirector de Fiscalización del Ayuntamiento de Cancún.
La salida de Aguakan es exigida por un elevado universo poblacional y es un tema vital para fortalecer las finanzas estatales, ya que la empresa succiona ganancias multimillonarias por su ventajosa concesión en Cancún, Isla Mujeres, Puerto Morelos y Playa del Carmen.
Aquí es forzosa la activación de Covarrubias para entrarle a fondo al tema de Aguakan, revisando la leonina concesión para aportar datos duros a los pasivos diputados locales y a la gobernadora Mara Lezama para extirpar a la empresa del manejo del agua potable, porque la salida de Aguakan tiene que ocurrir por salud financiera del gobierno estatal y por el bien de miles y miles de usuarios del norte.
Pero además es obligada la postura de Alberto Covarrubias en temas como la preservación de la sanguinaria Dirección de Recuperación de Adeudos y Ejecución Fiscal (DRAEF) y la dañina calidad del agua que solo es potable de nombre, ya que en varios hogares de Chetumal reportan la salida de lodo blancuzco y otras impurezas en mayor cantidad.
No hay datos actualizados del paradero de Alberto Covarrubias, un cancunense que no está a la altura de la exigencia en una dependencia que reclama tiempo completo y visión estratégica, porque es inaceptable que en tiempos de la Cuarta Transformación la calidad del agua potable sea una porquería.