El gremio periodístico de Quintana Roo ha sido sometido a un mambo de metralla cuyas esquirlas en redes sociales han impactado prácticamente en todos. La saludable transparencia –transparencia a medias– ha sido para algunos una oportunidad a modo para vomitar injurias contra compañeros que fueron lanzados a un Coliseo romano de miles de pantallas y dedos frenéticos.
En días pasados el Congreso del Estado divulgó una lista de periodistas y empresas que tienen convenios de publicidad 100 por ciento legales –incluido el activista maya Pedro Canché, cuya lengua sigue sangrando–, pero esta lista ha sido utilizada con fines perversos para agredir a nuestro gremio.
El Presidente de la Gran Comisión del Congreso, Eduardo Martínez Arcila, derrapó al meter a todos los prestadores de servicios publicitarios en la misma canasta sin precisar cuánto se destina mensualmente a cada empresa, periodista o activista social.
Nuestro Congreso tiene convenios con 53 periodistas y medios de comunicación, erogando 2 millones 615 mil 762 pesos cada mes. Es muy probable que el 80 por ciento de estos recursos sea cosechado por empresas ocultas por su razón social, por lo que quedan a salvo de las garras de los leones que se concentran en identidades con nombre y apellidos.
Enfrentar ataques virulentos es consecuencia lógica de la revelación de esta lista en aras de una transparencia hipócrita y mañosa, ya que la Gran Comisión del Congreso mantiene bajo llave el manejo de su presupuesto y no podría resistir una auditoría externa. Para su fortuna, expulsaron del banquetazo al incómodo Auditor Superior, Javier Félix Zetina González, quien ya tenía un expediente de las andanzas de Arcila y aliados como el perredista Emiliano Ramos Hernández.
La transparencia del Congreso local no debe ocultar lo esencial: el manejo de un gigantesco presupuesto manejado sin restricciones por el nuevo bloque gobernante encabezado por PAN y PRD, cuyo amasiato está sostenido con alfileres y no podrá resistir los vientos huracanados de la elección mixta del tres de junio de 2018.
Fuego amigo en el gremio
Algunos compañeros han sembrado discordia en este escenario de Coliseo, satanizando a un gremio que ha estado activo desde fines de la década de los 60, presenciando el ascenso y caída de gobernadores, alcaldes y tantos políticos. En nada ayuda su ánimo beligerante, ya que agrede a una familia periodística que se ha mantenido unida en lo fundamental y que ha crecido cuantitativamente, aunque este desarrollo no vaya a la par con el factor cualitativo que deja mucho que desear.
Poquísimos pueden ser periodistas por generación espontánea, ya que este oficio requiere vocación y recorrer un maratón de aprendizaje que no todos superan.
He comparado a los periodistas con cocineros: los hay sublimes, excelentes, geniales, buenos, regulares, infames y cochinotes. Pero en nuestro tiempo algunos cocineros se asoman a menudo a las cacerolas de sus competidores, descalificando sus creaciones pero sin presumir un platillo excepcional.
El primer paso consiste en no agredirnos en redes sociales, dejando los reclamos en la cancha del whatsapp y del diálogo telefónico o frente a frente. Una vez pacificadas las aguas, hay que reconstruir puentes de entendimiento, tomando en cuenta que los políticos se marchan y nosotros seguimos en la cocina, condenados a soportarnos mientras el cuerpo aguante.