Desde los Once Pasos
Javier Chávez Ataxca
Dueña de Quintana Roo desde antes de su fundación como estado, la clase política priiista aceleró seis años su caída por las malas decisiones del joven gobernador cozumeleño Roberto Borge Angulo, último de la era Tricolor cortada con hacha por el expriista Carlos Joaquín González en 2016. Desde entonces el PRI ha sido el arrimado en los banquetes que aprovecha la arrogante Cuarta Transformación, formada por morenos y verdes.
Parido como estado el ocho de octubre de 1974 –gracias, Presidente Luis Echeverría, donde quiera que estés–, Quintana Roo cumple mañana 49 años y llega en condiciones negativas en varios renglones, como la violencia sanguinaria cuyo aumento permitió Carlos Joaquín, una deficiente atención a la salud, injustificable deuda pública y un alto porcentaje de pobres, incluso en polos de desarrollo turístico presumidos a nivel planeta, como Cancún y Playa del Carmen.
Los priistas despilfarraron su herencia porque se engolosinaron con la corrupción y el disfrute del poder por el poder, pero enfermaron de soberbia creyendo que el pueblo aguantaba todo y fueron ciegos y necios ante los primeros tropiezos electorales, una señal de alarma del destino que echaron en saco roto.
Carlos Joaquín no debió ser gobernador, y menos candidato común de los débiles PRD y PAN, pero Beto Borge echó gasolina al pequeño incendio y convirtió al hermano del exgobernador Pedro Joaquín Coldwell en víctima para los chetumaleños, quienes se equivocaron al considerar amigo al “enemigo de mi enemigo”, y ahora Quintana Roo sufre los efectos venenosos del reciente sexenio.
Por ello los joaquinistas chetumaleños no asoman la cabeza, porque cargan con el mismo desprestigio de los borgistas tan despreciados. Pero al menos los joaquinistas se han salvado de la cárcel padecida con tintes de venganza por quienes participaron en el mandato de Beto Borge.
Lo más cómico y humillante para los morenistas: tener a Carlos Joaquín como su embajador en Canadá y ser obligados a morderse uno y la mitad del otro para soportar en sus filas al villano más reciente que en un descuido puede ser su candidato al Senado, porque al estilo Pedro Navajas la política te da sorpresas, sorpresas te da la política.
Si resucitase el hidalguense Javier Rojo Gómez –excepcional gobernador del Territorio en la recta final– enfermaría de depresión e iría de nuevo a la tumba por contemplar los destrozos hechos por los priistas en su conjunto, aunque sea injusto meterlos en la misma canasta. Pero en el balance salen reprobados y ahí están los resultados tan graves para casi toda la población.
Ahora sólo truenan los chicharrones de Morena, cuya Cuarta Transformación ha permitido el ingreso del Verde Ecologista y va por todas las canicas en la gran guerra de 2024. Es un escenario inimaginable para aquellos priistas que fueron niños y envejecieron disfrutando el monopolio del PRI, un partido en bancarrota que ha nutrido a sus adversarios en esta desangrada tierra maya caribeña que debe despertar de su pesadilla.