Felipe Carrillo Puerto, 4 de agosto
A 21 años de existir como sede cultural y ser uno de los edificios emblemáticos de la ciudad, la Casa de la Cultura se encuentra en el abandono, motivo por el cual la población e instructores de arte de dicha institución, han comenzado a exigir que se habilite nuevamente este edificio.
Construida en 1993 sobre las ruinas de lo que fue el antiguo Ceconca o bodega Conasupo, en pleno centro de la ciudad, la Casa de la Cultura fue levantada aprovechando los paredones, espacios y accesos que hace más de 100 años fueron utilizados por militares enviados por Porfirio Díaz a éste, que era un territorio rebelde.
El edificio también fue usado por los indígenas para guardar sus pertrechos de guerra e incluso para encarcelar a sus presos; y en los últimos años, cuando quedaban sólo paredes, ese sitio también se usó como corral y bodega. Más tarde se convirtió en punto de encuentro y escaparate de artistas de la localidad.
Petición
La quincena pasada acudió a este lugar José Alberto Alonso Ovando, Secretario de Educación y Cultura en el estado, visita que aprovechó un grupo de instructores de la institución para entregarle un documento con peticiones, que tiene el sello de recibido, con fecha 14 de julio de este año, de las oficinas de servicios educativos.
Dentro de las peticiones que realizan está el material indispensable para poder retomar las actividades de la Casa de la Cultura: 40 bancas para dibujo, 12 burros metálicos, reparación de la iluminación en los talleres, 40 caballetes para pintura, cubetas de pintura con colores básicos, dos pintarrones y ventiladores para cada una de las aulas.
Regaño a cambio
En respuesta los instructores recibieron llamadas telefónicas de oficinas en la ciudad de Chetumal en las cuales les recriminaron el hecho de solicitar materiales. Fueron objeto de una reprimenda por parte de un funcionario de la Secretaría de Educación y Cultura que omitió proporcionar su nombre, denuncian los instructores que solicitaron el apoyo. Mientras tanto la población sigue sin tener un espacio de apreciación y enseñanza cultural.
Fuente: Manuel Salazar/Sipse