Chetumal, 7 de septiembre
Especial
Bastante difusión obtuvo en los medios informativos y las redes sociales el asunto de Pedro Canché, al ser liberado por un amparo liso y llano de la reclusión en que se le mantenía por un procedimiento penal que la justicia federal determinó como inconstitucional y por ende merecedor del amparo federal.
La inconstitucionalidad de los actos del órgano de acusación impactaron sobre la imagen global de la administración local y dieron motivo a fuertes críticas mediáticas al propio ejecutivo local. Ello se magnificó con la presencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) que obtuvo la oportunidad de una intervención que se intentó ejemplar, en un ambiente de alta sensibilidad nacional en materia de derechos humanos, tras la gravedad de los casos Tlatlaya y Ayotzinapa, en los que dicha Comisión ha lucido bastante endeble.
Hubo incluso escandalosas recomendaciones públicas, cuya pésima redacción dio base a una refutadora contestación que se exigió también publicitar. Y aunque magnificado, el escándalo no logró eclipsar el asunto Tlatlaya o el de Ayotzinapa.
Ahora, una nueva resolución en el amparo 710/2015 del juzgado quinto de Distrito, promovido por Pedro Canché, en el cual reclamaba de no menos de una treintena de autoridades locales una escandalosa serie de actos, tales como infamia, acoso, hostigamiento, tormento, privación de ejercer la labor periodística, aprehensión, detención y privación de la libertad personal. Esto muestra lo que queda de las secuelas de aquel publicitado escándalo.
En esta nueva resolución la justicia federal sobresee el amparo de Canché por inexistencia de los supuestos actos reclamados.
El tratamiento judicial ha sido siempre la mejor terapia a los malestares sociales, ya que evita los pre juicios que son normalmente el alimento nutricional de los escándalos mediáticos.
Cierto es que hubo inconstitucionalidades en las actuaciones de los órganos de acusación en el caso Canché, imputables a la responsabilidad de ese órgano. Pero hacerlas extensivas a todos el cuerpo institucional es una extrapolación ilógica, como lo sería prescribir la decapitación para curar un malestar orgánico ya localizado.
Pero también es cierto que mucho del escándalo se origino en pre juicios, imputaciones sin fundamento y en acusaciones no sustentadas, mismas que dieron causa a amparos, recomendaciones y hasta agresiones tuiteras.
Hoy a iniciativa del propio Canché, en su amparo se reconoce por la Justicia federal que los supuestos actos que motivaron el escándalo son inexistentes. Esto es, el escándalo queda sin materia.
Pero aun cuando jurídicamente el asunto este concluido, el uso mediático del escándalo es un recurso político siempre disponible a falta de mejores causas.