
Hay frases que se quedan para siempre.
Aun cuando no causen tanto impacto cuando se generaron, el tiempo, ese espacio que encadena o libera según sea el caso, termina por catapultarlas hasta convertirlas en una frase para el mármol.
A veces pasan desapercibidas pese al mensaje que conllevan. En más de una ocasión un dardo venenoso ha pasado inadvertido bajo el disfraz encantador de una simple anécdota.
El emisor del mensaje juega un papel fundamental, claro. Si fuera Juan de los palotes el autor, podría tomarse a la ligera, pero si es la mismita gobernadora Mara Lezama, la que lo emite, cuidado, no es de a oquis.
A veces pensamos que son simples ocurrencias.
Si este monero y texticulero fuera fan de ponerse prendas verdes aunque sea debajo de la playera color guinda, no lo tomaría tan a la ligera.
Y es que en política -nada es perfecto- sobre todo en la actual, los pactos, cuál copa de cristal, se hacen añicos fácilmente.
¡Aguas con los que creen que ya la tienen segura!.
En las altas esferas del poder, un paso mal dado es suficiente para caer en una desgracia tal que al final te obligue a darte de topes contra la pared pensando en lo que se pudo llegar a ser.
¡Uf!, ha de ser horroroso que te quiten la escalera y te quedes colgado de la brocha.
Los mensajes, cuando se envían desde arriba, es para que los de abajo se entretengan descifrando
qué tanto gato encerrado puede haber en una frase.






