Mario Villanueva Madrid
Hoy me duele el alma por la partida de mi amigo y hermano Agustín Bello Hernández. Su ausencia deja un silencio profundo, ese que sólo dejan los hombres nobles, leales y buenos.
Agustín fue para mí un compañero de vida, un hermano, un ser humano auténtico, transparente, incapaz de fingir y siempre dispuesto a dar más de lo que recibía.
De él aprendí el valor de la amistad sincera, esa que se sostiene en la confianza y en la palabra. Su serenidad, su humildad y su manera limpia de ver la vida fueron un regalo para todos los que lo quisimos.
Chetumal fue su tierra adoptiva y también su último abrazo; aquí echó raíces y aquí descansará siempre.
Hoy me queda su ejemplo, su cariño y la certeza de que personas como él nunca se van del todo. Amigo, tu luz queda con nosotros.
Descansa en paz, querido Agustín






