CAFÉ DE ALTURA
Javier Chávez Ataxca
Mientras ayer la jornada electoral de corte judicial transcurría en la modorra, ya avanzada la tarde criminales y policías se enfrentaron a balazos en varios puntos de Chetumal, una capital que ya perdió la serenidad y lanza señales de acelerada descomposición en seguridad.
El operativo conjunto fue exitoso porque en la jornada de pánico poblacional fue podada la célula de un Cártel, al ser detenidos seis angelitos suyos especializados en el perverso oficio de los “levantones” y secuestros. Un reporte habla de un delincuente muerto y tres policías heridos, uno por bala y dos por el impacto de su unidad.
En estados como Sinaloa y Michoacán están habituados a la lluvia de balas, pero Chetumal no era escenario de estos enfrentamientos altamente peligrosos, porque las balas perdidas tienen una puntería endemoniada y se alojan en tu carne aunque eches pecho a tierra. Estar en el lugar y el momento indebidos puede ser mortal.

En el conteo macabro de nuestra capital hay muchos asesinados, emboscados en la calle o incluso sorprendidos en su domicilio. Entre ellos –los que duelen– hay policías e inocentes. La violencia con tinta roja también está presente en la Ribera del Río Hondo y en la zona rural de Bacalar.
Chetumal se ha sumergido en el charco de la inseguridad y la violencia. El cáncer avanza porque el gobierno en sus tres órdenes ha tomado el asunto a la ligera, pero también “el pueblo bueno” tiene que hacer su parte con sus hijos, porque muchos son seducidos por el dinero fácil al andar vendiendo droga y hacer equipo con los malvados procedentes de otras entidades o hechos en casa.
Y la antigua PGR tiene que despertar de su sueño de años. Me refiero a los elementos de la representación de la Fiscalía General de la República que siguen durmiendo en la avenida de los Insurgentes, arrullados por la lluvia de plomazos.