Chetumal, 11 de agosto
Anwar Moguel
Hace un tiempo, al término de una campaña a la gubernatura, una persona ya entrada en años se le acercó al candidato vencedor con una petición: le pidió al gobernador electo que lo ayudara dándole empleo a uno de sus hijos en cualquier dependencia. El gobernante electo, con una mirada dura le dijo que “en Chetumal no saben hacer otra cosa que trabajar en el gobierno, todos me piden lo mismo”, con lo cual el hombre de pelo canoso se retiró del lugar dando por entendido el rechazo como respuesta.
Quizá lo que el recién electo gobernante no entendió o no le quisieron decir sus asesores, es que el problema de la burocracia como modo de vida en Chetumal no es por dejadez o flojera, simplemente es un vicio que sus mismos antecesores en el poder propiciaron, el problema radica en el mismo sistema de gobierno.
Quintana Roo es un estado joven a punto de cumplir sus primeros 40 años de existencia. En Chetumal, una generación creció con la seguridad de que apenas al cumplir la mayoría de edad o cuando así lo decidieran tendrían un lugar asegurado en el aparato gubernamental en cualquiera de sus tres niveles.
Y así fue. El detalle estuvo en que esta generación creció, tuvo hijos y los ‘amamantó’ con la misma idea de que cuando crecieran correrían con la misma suerte de tener amarrada una chambita en el gobierno, tal como sus padres.
Nunca se imaginaron que llegaría un día en que la crisis económica, las reformas y sobre todo el endeudamiento del estado, iban a provocar que las puertas se cerraran, que la burocracia se convirtiera en un lujo, y que centenares -o miles- de ellos serían corridos de sus empleos y sus hijos ahora no cuenten con un ‘empleo seguro’ al egresar de la Universidad o del Tecnológico.
Las autoridades nunca les previnieron de este posible caos, sino todo lo contrario. Por miedo a perder votantes y generar rechazo hacia el único partido gobernante en el estado desde su creación, continuaron alimentando al monstruo, engordando la nómina estatal hasta el punto de lo insostenible.
Contemplando la crisis de desempleo venidero, en mayo de 2011 el entonces Rector de la Universidad de Quintana Roo (UQROO), José Luis Pech Várguez, lo predijo, y en un evento ante la comunidad universitaria invitó a los egresados de las diferentes carreras de esa institución a irse de la capital.
“Salgan de Chetumal en busca de mejores oportunidades laborales, aquí no hay empleo para ustedes, en la ciudad no hay empleo para los profesionistas… todos quieren aprovechar el trabajo dentro del sector burocrático, el cual ya está saturado”, anticipó el Rector.
Esas declaraciones fueron tomadas como “estúpidas” y provocaron el coraje de ciertos asesores que prefirieron seguir callando una gran verdad. De inmediato se dio la orden a columnistas y analistas mediáticos oficiales para desacreditar políticamente mediante un quemón público al Doctor Pech, lo que a la postre provocó su salida de la UQROO.
Los funcionarios chetumaleños también sabían de la crisis que se avecinaba al sur, con tanto endeudamiento público y sin oportunidades laborales reales para los egresados de las instituciones de educación superior, pero prefirieron callar a fin de conservar sus dádivas y privilegiadas posiciones dentro de la estructura gubernamental para ellos, sus familiares, sus amigos y hasta sus amantes.
La burocracia en cualquiera de sus tres niveles, es el motor de la economía local. La nómina gubernamental ronda los 14 mil empleados, la del municipio capitalino dos mil quinientos, la del sector educativo rebasa los 14 mil empleados, en una capital del estado que apenas rebasa los 130 mil habitantes, es este porcentaje de gente la que se encarga de mantener en movimiento la endeble economía del sur.
Esta es la dura realidad, la que anticipó el Doctor José Luis Pech: no existen en Chetumal alternativas de trabajo para jóvenes profesionistas, y el hecho de que acudan arquitectos, ingenieros, administradores, etc., en busca de empleo como vendedor de piso o cajero en la tienda Home Depot (al parecer con contratos de 3 a 6 meses a través de una outsorcing), es aberrante.
Y que las autoridades educativas en el estado salgan y griten a los cuatro vientos que actualmente se educa a los profesionistas para que sean “emprendedores” y no burócratas, es tan solo una mentira más. Chetumal no cuenta con los canales de distribución, infraestructura y comunicaciones, para que jóvenes o la gente que así lo quiera invierta, desarrolle y distribuya su producto; su único mercado sería el local, el de los tan golpeados burócratas.
Mientras tanto, funcionarios chetumaleños que tienen la posición para hacer diferencia, simplemente se han olvidado de sus paisanos, como es el caso del titular de Desarrollo Económico, Javier Díaz Carvajal, el cual lleva ya 30 años cobrando en el sistema gubernamental donde ha recorrido prácticamente todas las posiciones posibles, pero que desde su llegada a esa dependencia en vez que procurar atraer inversión al sur y generar verdaderas fuentes de empleo, se ha dedicado engrosar sus cuentas bancarias mientras medita en que carnada utilizar en el próximo torneo de pesca organizado por sus amigos y compadres.
Chetumal, la cuna del mestizaje mexicano, está al borde del precipicio, tan solo necesita un empujoncito para caer en un abismo. ¡Cuánta razón tenía el Rector Pech!