Principales

Descubren tesoro arqueológico en el sur de Quintana Roo

Chetumal, 30 de julio.-

En lo que se trata de uno de los descubrimientos más relevantes al sur de Quintana Roo en los últimos años, investigador del INAH confirma la existencia de al menos 14 mascarones gigantes en los vestigios mayas de la zona de Chakanbakán, en el municipio de Othón Pompeyo Blanco.

Se trata de 6 mascarones desenterrados y 8 enterrados en una ciudad que data de hace más de 21 siglos. Fueron descubiertos en el templo Nohoch Balam y no se encuentran en ninguno de los seis países donde existan vestigios de la cultura maya: México, Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, lo que los hace únicos en el planeta.

Chakanbakán se ubica a 90 kilómetros de Chetumal, y aunque el INAH lleva 21 años de trabajo en esta zona, los vestigios continúan cerrados al público y por tanto son desconocidos para los mexicanos, mucho más los imponentes mascarones de esta ciudad maya, que tienen dimensiones mayores a los de Kohunlich, éstos si muy conocidos en el orbe.

Para llegar al sitio se toma la carretera federal Chetumal-Escárcega rumbo a la que era la garita aduanal en los límites de Quintana Roo y Campeche, hasta llegar al entronque del poblado de Caobas, hacia donde se toma el camino hasta llegar a una desviación.

La antigua ciudad maya Chakanbakán se encuentra en los límites entre los ejidos Laguna Om y Caobas. Chakanbakán es el nombre de otra laguna situada al norte del sitio arqueológico, proviene de la lengua maya y significa Rodeado de Sabana.
Las primeras investigaciones de esta institución, efectuadas por el arqueólogo Fernando Cortés de Bradesfer, se producen a partir de los años ochenta.

Precisamente el primero de estos mascarones se encontró en 1980. En 1991 los saqueadores lo destruyeron y afectaron un segundo. En 1995 se realizaron nuevas exploraciones y se descubren 6 más. Posteriormente se hallan otros ocho mascarones enterrados, de dimensiones impresionantes, que son los más antiguos y grandes del área maya.

De acuerdo al investigador y director del proyecto Chakanbakán, Fernando Cortés de Brasdefer, los vestigios encontrados son conocidos de forma parcial en Europa a través de televisoras internacionales; no obstante, ningún medio informativo nacional ha realizado un reportaje de divulgación en torno al total de mascarones y la acrópolis donde se encuentran, como lo hace en esta ocasión POR ESTO! de Quintana Roo.

Los mascarones se encuentran precisamente en lo alto del templo principal Nohoch Balam. Para llegar a ellos hay que adentrarse en la zona conocida como Jaguares, atravesar el Kulpool, lugar donde se efectuaban sacrificios humanos, generalmente niños, y subir por las escaleras sumamente verticales del templo.

El arqueólogo indica que los mascarones adornaban el templo desde su base y en los costados, mismos que estaban pintados de rojo, por lo que en su plenitud el lugar debió ser sumamente impresionante.

Los mascarones más pequeños se encuentran casi en la cúspide y son restaurados en estos momentos. Tienen medidas de tres metros de largo por 2.60 metros de altura, dejando como “pequeños” a los que se encuentran en la zona de Kohunlich, también en el sur de la Entidad.

Los dos mascarones más grandes miden poco más de 10 metros de largo por 3.50 metros de altura. Estos últimos se encuentran bajo la estructura de la pirámide, por lo que no es posible apreciarlos, al menos por el momento.

También se han encontrado estelas igualmente monolíticas y de dimensiones que superan el metro de altura, algunas de las cuales se encuentran bajo el agua de la Laguna Om.

Estas piezas tienen gran influencia olmeca. “Al verlas parece que se están viendo unas cabezas olmecas pero con elementos mayas; ésto quiere decir que la civilización maya adoptó elementos de este ancestral grupo y de esta manera pudieron desarrollar una iconografía propia, tal y como la vemos actualmente”.

Pero ésto no es todo. Los colosales mascarones también tienen rasgos de jaguar, por lo que los monolitos también pueden calificarse como de un ser “antropozoomorfo”.

“Algo peculiar de estas obras – puntualizó el arqueólogo-, es que a pesar del gran parecido que a simple vista guardan los mascarones con las cabezas olmecas, a los lados tienen una decoración netamente maya”.

El investigador habló también de la especial zona en que se encuentran los vestigios, pues se trata de una especie de ínsula rodeada de agua.

“Se trata de un lugar muy interesante, tiene características muy peculiares, pero éste tenía un sello propio. No se trata del más grande, antiguo o más bonito pero, está en una especie de isla rodeado por una laguna. Inferimos que el lugar los escogieron los mayas 600 años antes de Cristo, es decir hace 2 mil 600 años. ¿Que significa esto? Que hubo un grupo que llegó a este lugar y de alguna manera tuvo contacto con los olmecas. Ésto lo plasman en su arquitectura, los mayas construyeron con influencia olmeca”.

La edad de la ciudad fue determinada gracias precisamente al hallazgo de los mascarones.

“Los mascarones, adentro del estuco con que fueron elaborados, contienen cerámica y carbón, de ahí que se haya podido determinar la edad del lugar”.

Cortés de Brasdefer indicó que esta ciudad tiene también la particularidad de tener una acrópolis de dimensiones descomunales.

“Generalmente tienen plazas, sus pirámides, plataformas, acrópolis y juegos de pelota, pero en este lugar se ha encontrado la acrópolis más grande que se ha encontrado en toda el área maya, con más de 250 metros. Otra de las particularidades es que hemos determinado que en este sitio vivía una elite, sacerdotes y gobierno”.

Los vestigios cuentan con varios sacbés o caminos blancos y una gran cantidad de andadores internos. La ciudad abarca aproximadamente 30 metros cuadrados.

Los monolitos que se encuentran enterrados podrían ser sacados nuevamente en caso de que exista una buena inversión y se realicen los trabajos pertinentes para su conservación, pues fue esa razón precisamente por la que se decidió volverlos a cubrir con material de las propias pirámides.

Los trabajos de restauración y conservación de estos vestigios llevan siete años. Dependiendo de la inversión que se destinen para próximas temporadas de exploración y trabajos, podrían ser abiertos al público en un mediano lapso de dos años.

Omar Capistrán (POR ESTO! DE QUINTANA ROO)

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba