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Una buena zarandeada legislativa

A veces vale la pena ir a las sesiones del Congreso del Estado.

No siempre son insípidas e intrascendentes como pudiera pensar la mayoría.

La de hoy, al menos, ¡uf!, sirvió para   demostrar de qué cueros salen más correas.

Al Alberto Batún, uno de tantos diputados sin brillo ni gloria, le salió lo atrevido y le rascó las pelotas al tigre, por cual recibió su merecido.

Le llamó demagogo e incongruente a José Luis Pech, su compañero.

Y poco quería el aludido, que para argumentar se pinta solo. Desde la tribuna se creció al señalamiento y puso como camote al osado que se atrevio a ningunearlo.

Al diputado naranja puedes recriminarle cualquier cosa menos que sea un advenedizo.

Cuando Alberto Batún vendía chicles para su sobrevivencia, José Luis ya los fabricaba, los masticaba y luego los inflaba.

“Estoy donde quiero estar y no llegué por lambiscón ni por arrastrado”, le escupió el legislador naranja erigido en tablajero quien  sin más le clavó el estilete como a marrano en matadero.

Y de pronto, ¡sopas!,  otro diputado imberbe la hace de zalamero, mete su “cuchara” y le va como en feria, un tal Saulo grita algo desde el rincón que ocupa y ¡tómala!, faltaba más, también le toca parte de la lluvia de guamazos verbales.

José Luis le va a la yugular, directo. No quiere perder tiempo. Está entretenido con su otro cliente y el “ponte quieto” al metiche es breve, pero, ¡zaz!, directo al sentimiento.

José Luis, muy “enchilado” y con el diablo dentro, no se anduvo por las ramas.

!Uf!

Como que se le pasó la mano, Se trababa nomás de zarandearlos, no de triturarlos.

En fin. Ellos tienen su forma muy legislativa de llevarse.

Este miércoles, por lo menos, hubo una sesión muy, pero muy entretenida.

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