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Un invitado inesperado

Todo iba bien, caray.

Lo que el protocolo exige en eventos de ese tipo, se cumplía a rajatabla.

El “calor” humano, se notaba. Los altos jerarcas regalaban saludos, abrazos y sonrisas a diestra y siniestra.

Nada que demostrara “amor” por el prójimo se regateaba.

Anahí González, la senadora, la del festejo, mostraba en la cara toda la satisfacción que la embargaba. Era evidente a más no poder, tanto que casi le explotaban los cachetes.

Rendía un informe de sus “logros” de gestión ante el populacho y por la cara que ponía cualquiera hubiese dicho que la carga que trae en la espalda es un fuerte, que digo, fuertísimo compromiso -je, je- en beneficio del estado.

En términos “grillisticos”, cada quién cumplía con su función a cabalidad plena.

El mejor director de actuación de televisa se hubiese muerto de la envidia.

Todo iba bien, caray.

Todo marchaba a pedir de bocas hasta que en la pantalla gigante apareció Rafa Marín, el personaje que suele alborotar el avispero.

Las caras de molestia y felicidad rivalizaban. Mientras el director nacional de aduanas desgranaba su mensaje, los asistentes comenzaron a tomar partido. La bulla de ambos bandos rivalizaba.

¡Puf! !

Gino y el diputado Jorge Sanén, tragaban saliva a borbotones. Mara Lezama, con la sonrisa en los labios, intentaba transmitir que el control era su mejor aliado.

¡Puf y recontra puf! ¡Qué momento más incómodo!.

Cada quién, corazoncito aparte, sintió que ese era el instante para no dejar solo a su respectivo candidato.

Y, ¡zaz!, las porras se apropiaron del espacio.

Aquellos, por momentos, parecía un típico inicio de campaña.

Nomás faltaron las gorras, las playeras y los tacos.

El final fue épico. Sin exagerar fue casi un poema. El célebre Ernest Hemingway, con su imaginación tan fértil, hubiese escrito una chulada, algo parecido a “Tener y no tener”, por ejemplo.

Terminando el mensaje del funcionario federal, vinieron los aplausos, unos, del bando rival, corteses y otros, de los fans, entusiastas por supuesto.

En el presidium, Gino y Sanén, prefirieron comentar algo entre ellos (algo parecido a “ya vendrá la nuestra”), como una forma de hacerse al occiso.

En el ambiente flotó una pregunta: ¿golpe de audacia, error de logística, o, de plano, a partir de aquí, sálvese el que pueda?.

El caso es que un informe que se esperaba ramplón y sin tanta expectativa,  causó un verdadero desm… que hasta hoy se analiza en los cuarteles de guerra de todos los personajes involucrados en la trama.

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