CAFÉ DE ALTURA
Javier Chávez Ataxca
Habituado a llevar mano en el reparto de posiciones políticas desde 1975 –cuando Quintana Roo debutó como estado–, el chetumaleño ha ido cayendo hasta ser ahora un alma en pena. El caso más humillante lo tenemos con la diputación federal de nuestro segundo distrito, con cabecera simbólica en nuestra capital quesobolera.
En 2021 la morenista cancunense Anahí González Hernández goleó a los tres candidatos de casa: José Alberto Alonso Ovando (PRI, PAN y PRD), Víctor Zapata Vales (Movimiento Ciudadano) y Carlos Mario Villanueva Tenorio, de Fuerza por México.
La culpa fue en gran parte de las masas, controladas por el señuelo de la tlayuda social. Las fuerzas opositoras pudieron hacer mucho más para cerrar la elección, pero fueron tibias y flojitas cooperaron.
Hoy que algunos tienen a Rafael Marín Mollinedo como gallo de Morena para la grande, tengan en cuenta su mano para imponer a Anahí como candidata, sobajando a figuras de casa como el doctor Manuel Aguilar Ortega, desperdiciado por la 4T.
En 2024 ganó la profesora chetumaleña Elda Xix Euan, pero fue reemplazada de inmediato por su suplente de último minuto: la exsenadora cancunense Marybel Villegas Canché, quien posa con la Presidenta Claudia Sheinbaum.
A Elda la colocó la gobernadora Mara Lezama al frente de la Secretaría de Educación, donde la diputada federal con licencia ha sudado la gota gorda con los profesores fuera de las aulas.
Es difícil que Chetumal tenga de nuevo a un diputado federal suyo por la incorporación de Tulum a nuestro distrito electoral federal, pero el político chetumaleño tiene que hacer una autocrítica profunda porque solito se ha desinflado.
En una de las imágenes tenemos a la chetumaleña Cora Amalia Castilla Madrid, derrotada en dos ocasiones al disputar la diputación federal. Ella es ahora dirigente estatal de la aplanadora de otras décadas.