Hay gente cuya mayor virtud son sus burradas.
Si hay uno a quien nadie le gana, ese es Gerardo Fernández Noroña.
Es el sello de la casa. No se le puede pedir más a alguien que ha labrado su carrera política a base de ocurrencias.
El intelecto no es lo suyo, luego entonces no se le pueden exigir papayas a un árbol de mangos.
Esta vez no se midió y se volvió a zurrar fuera de la bacinica con el caso de la masacre de Teuchitlán. En defensa de sus patrones, trivializó tan lamentable suceso y, por supuesto, en las redes sociales lo dejaron como vil palo de gallinero.
El chiste es que atravesamos por los más bajos niveles de política que ha existido alguna vez en esta parte del universo y aquí está el mejor ejemplo de eso.
Al émulo de Trucutrú, habrá que enviarle al “Pedorrín” Toledo, su némesis, el único que puede rebatirle con la misma gracia “exquisita” sus argumentos de cavernícola consagrado.
El único que en su visita a Quintana Roo, Playa del Carmen, para mayor exactitud, pudo responderle al tú por tú.
El tipo, en su gira de marras, intentó organizar el borlote que acostumbra en contra de quienes no comulgan con sus ideas de picapiedra y le salió el tiro por la culata.
El excelso “Pedorrín” le respondió con un borlote y medio.
Aquí, en este rincón del planeta, vino a encontrar la horma del zapato.
Hay que enviarle al paisano cada semana, mínimo, a la sede de la cámara de senadores en la CDMX, para que le aplique nuevamente otra sopa de su propio chocolate.
