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Alguien debería decirle a la “jefa de jefas” que su enemigo íntimo se llama María Cristina Torres Gómez

“Desde el cristal con que miro”

Miriam Chan

Para que María Elena Hermelinda Lezama Espinosa tenga el control real y verdadero de su gobierno, tendría que tomar acciones y sacar a los «joaquinistas» de los puestos importantes del gabinete; me refiero entre otros a la “flamante” secretaria de Gobierno, María Cristina Torres Gómez, quien lejos de ser y actuar como una verdadera secretaria de estado, tiene a Quintana Roo de cabeza, pues mientras “Mara” le da una indicación, éste personaje se da la media vuelta y hace lo que quiere, sin importarle poner en riesgo  la figura de la “jefa de jefas” y peor aún, el proceso electoral en turno.

Lamentablemente la gobernadora ha confiado plenamente en Cristina, a grado tal de dejar en sus manos las políticas públicas del estado, pero ella simplemente sirve los intereses del que seguramente considera su jefe real, Carlos Joaquín González, entonces deja que exploten los temas relevantes como la inseguridad y peor aún, los delicados temas políticos, dejando mal parada a la “jefa de jefas”, pero ahí no esta lo grave; lo desastroso es que el gabinete de María Elena Hermelinda Lezama Espinosa no está destacando por su trabajo sino por los escándalos de corruptelas, deshonestidad y tráfico de influencias, y más de uno de los funcionarios de gabinete  ha sido ventilado a nivel nacional por exigir los famosos diezmos, que por cierto ahora ascienden a 30 o 40 por ciento del monto total de la obra contratada como retorno.

¿Recuerda que la semana pasada nos preguntábamos si el Oficial Mayor, José Adrián Díaz Villanueva, ya había presentado su renuncia, luego de la exhibida en “La Mañanera” por supuestos actos de corrupción? Pues no; estamos a tan sólo 16 días de que concluya el año 2023 y hasta el momento no se ha registrado ningún cambio o enroque en el gabinete de “Mara” ni mucho menos algún anuncio de investigación al respecto por parte de la secretaria de la Contraloría, Reyna Arceo Rosado, y ni qué decir del reciente escándalo que destapó Carlos Loret de Mola, con el contrato millonario que tiene Andy López Beltrán —sí, el mismo, el hijo del presidente Andrés Manuel López Obrador— con el estado de Quintana Roo y que asciende a más de 300 millones de pesos del año correspondiente al 2023 y la promesa de otros 500 millones de pesos para el año 2024.

Si la gobernadora verdaderamente quiere recuperar su figura como autoridad y evitar la caída de votos para el proceso electoral del 24, debería tomar el ejemplo del expresidente y actual candidato a la presidencia de El Salvador, Nayib Bukele, quien hace unos meses dijo que “yo no voy a ser el presidente que no robó, pero que se rodeó de ladrones. Quiero que me recuerden como el presidente que no robó y no dejó que nadie robara, y al que robó lo metió a la cárcel”.

No hay que olvidar que la administración de Mara es un quinquenio, luego entonces el proceso del 2024 será su única elección durante su mandato, y si quiere cumplir con los 600 mil votos que prometió para Claudia Sheinbaum, deberá tomar acciones inmediatas, pero sobre todo deshacerse de los “joaquinistas” impresentables, así como de los funcionarios que no están comprometidos con su proyecto, ya que esta será la única manera de tener un verdadero control político del estado.

Ser buena gente no es suficiente, ni bastan las selfies con el Papa Francisco. Mara debe tomar el toro por los cuernos y actuar en consecuencia, para que no le ocurra lo que al tercer gobernador de Quintana Roo, Miguel Borge Martín, quien pasó a la historia como un gobernador débil, al que su gabinete le arruinó el mandato.

Desde el Cristal con el que miro recordaremos lo que decía el poeta Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana: “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”.

Nos leemos la próxima.

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