Visión Intercultural
Francisco J. Rosado May
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Un tema recurrente la semana pasada, entre universitarios, periodistas, columnistas, redes sociales y comentarios en diferentes círculos de la sociedad en Quintana Roo, fue el posible cierre de carreras en la UAQROO. Por ejemplo, Martínez Lugo expuso el 14 de marzo 2023 (Noticaribe Peninsular) que el rector de la UAQROO declaró a la prensa, después de su informe del 27 de febrero, la posible desaparición de carreras como Antropología social, Gobierno y Gestión Pública, Seguridad Pública y Relaciones Internacionales.
Días después, como era de esperarse después de las fuertes reacciones en contra del anuncio, el rector de dicha universidad salió en medios aclarando que no contempla cierre de carreras (diarioimagenqroo.mx, 16 marzo 2023). ¿Le creyeron? Posiblemente no.
Lo que se observa, a la distancia, de la discusión, son diferentes elementos, claramente establecidos, pero que su análisis parece no tener un marco de referencia adecuado. El asunto no es nuevo, pero extraña que no haya habido avances importantes para enfrentar los retos subyacentes en ambos argumentos.
Por un lado, está el hecho de que algunas carreras no tienen la suficiente matrícula para “justificar” su existencia, lo que quiere decir el gasto que ello implica. Lamentablemente, el modelo educativo dominante ejerce una presión que tiene como indicador a la matrícula. No toma en cuenta ni los factores necesarios e importantes de un desarrollo adecuado para la sociedad que sirve la universidad, ni se preocupa por tener en los cargos directivos a personas que tengan la experiencia y formación suficiente para enfrentar ese tipo de retos. Los políticos no son los mejores formados para esas responsabilidades, pero son los que prácticamente dominan los cargos. Ante esta situación, no es de extrañarse que la respuesta casi automática es la de querer cerrar carreras. Hoy lo ha hecho visible la UAQROO, pero la intención está presente en muchas otras instituciones de educación superior, como la UIMQRoo.
La matrícula de una carrera no solo es el resultado de una demanda social, también es la respuesta a la percepción social que hay de la misma y, sobre todo, de los directivos de una institución y de los académicos de la carrera. El prestigio, sus antecedentes, sus discursos, sus publicaciones e iniciativas, o falta de ellas, transmiten mensajes que los potenciales estudiantes interpretan.
La otra cara de la moneda es la necesidad que la carrera representa para el desarrollo de una sociedad. ¿Cómo entender que siendo Q. Roo uno de los estados donde la violencia destaca a nivel nacional, no necesite una carrera de seguridad pública? ¿Cómo entender que Q. Roo, teniendo próximamente el tren Maya, no necesite antropólogos para articular los elementos del desarrollo que ello implica? Lamentablemente es posible que la respuesta de cierre de esas y otras carreras obligue a pensar que quienes están al frente de las instituciones no tienen ni la formación ni la experiencia que demanda el reto de una institución de educación superior.
¿Cuántos de esos directivos pueden demostrar los resultados de lecturas que hagan sobre su encargo? ¿Cuántos han participado en paneles de discusión de muy alto nivel, reconocido internacionalmente, presentando ideas o metodologías o conceptos innovadores para atender los retos que enfrentan? ¿Alguien tiene una respuesta?
Es necesario, indispensable e impostergable, asegurar que los directivos en una institución de educación superior estén a la altura del reto. Y el reto no es solo ofrecer y ocupar un cargo político, porque todos perdemos.
Es tiempo de tener una discusión de alto nivel sobre modelos educativos pertinentes a nuestro presente y futuro. Es cuanto.