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Cuando un roble cae

Si alguien podía presumir que fue un chetumaleño de buena madera, era don Armando Labastida Lara, quien ayer martes rindió tributo a la madre tierra.

“El Corcho”, como le conocían, era un veterano roble que se negaba a caer y resistía los embates que suelen llegar cuando los años se nos acumulan a las espaldas.

Tuve la fortuna de conocerlo gracias a su hijo Raúl y me cayó bien porque no se andaba con rodeos, siempre iba directo al grano.

En una ocasión le pregunté respecto a la fama que se forjó cuando defendía hasta con los dientes el arco de su equipo de fútbol y me contestó con una sonora carcajada.

Era un buen tipo.

Raúl solía platicar mucho sobre él y recuerdo su sufrimiento cuando don Armando tuvo serios quebrantos con su salud.

El hombre, guerrero al fin,  se sobrepuso y aunque tuvo la pena de ver morir a dos de sus hijos, se mantuvo firme en la línea de batalla.

Desafortunadamente ayer ya no pudo más.

El buen roble pasó a mejor vida.

Descanse en paz.

Abrazo solidario a toda su familia.

Fue un gusto haberlo conocido y tratar con él en varias ocasiones.

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