El periódico de ayer
Javier Venegas
Con una mezcla de sentimientos entre regocijo y recelo nos enteramos que el gobierno de México seleccionó a Chetumal, capital de nuestro estado, Quintana Roo, como Polo de Desarrollo Económico del Bienestar.
“El Polo Industrial UNO”, como se le denomina, es parte del primer paquete del que en etapas formarán varios estados de la República.
Por supuesto esta elección fue producto de la insistencia de la gobernadora de Quintana Roo, Mara Lezama que permitió se escogiera a nuestra ciudad entre 100 que pretendían un lugar.
Este es un anuncio optimista, porque precisamente de lo que ha adolecido nuestra ciudad desde siempre ha sido de oportunidades de desarrollo ajenos al turismo. Fue y ha sido Chetumal una capital burocrática, de comercio y de servicios. No obstante cuenta -no solo nuestra ciudad, sino su entorno rural- con infinidad de ventajas competitivas en la industria y en la producción primaria.
Cuántas ciudades del País quisieran tener de vecino y mas aún estar en la misma entidad con Cancún, Playa del Carmen o Tulum al lado…? Es ello ya de por si una gran ventaja.
Durante al menos 40 años hemos propugnado que el desarrollo del sur de Quintana Roo debía ligarse intrínsecamente al crecimiento de los polos turísticos del norte de la entidad: potenciar a los productores de lácteos, por ejemplo, para que con los estándares de calidad que requiere la industria hotelera surtan al menos en parte, la demanda de esos establecimientos; y eso es solo por identificar un producto.
Se entiende que en la actualidad los productores lecheros del sur no cuentan con la minina capacitación sobre la inocuidad, empacado y distribución que requieren los demandantes. Bueno, pero ello se planteó hace al menos 44 años durante el gobierno de Pedro Joaquín Coldwell. Se intentó pero no se logró.
En esa época se establecieron los astilleros Rodman, el Programa Lechero, el Plan Piloto Forestal, la Arrocera del Caribe y tantas agroindustrias más. Todas ellas fracasaron, por falta de continuidad de un gobierno a otro.
Posteriormente durante la gubernatura del Dr. Migue Borge Martín, se instauraron los corredores frutícolas y la Zona Industrial de Xul Ha; Con Mario Villanueva se fomentó el Programa Ganadero, trapiches, industrias tabacaleras y de polímeros.
Durante la administración de Roberto Borge se impulsaron las microempresas apoyándolas con marcas registradas, cuadros nutrimentales y el distintivo “Hecho en Quintana Roo”; no hubo más.
Y finalmente, en el gobierno de Carlos Joaquín se quebraron la cabeza con el Parque Industrial con Recinto Fiscalizado Estratégico en Chetumal. El ambicioso proyecto contemplaba una infraestructura de 68 naves industriales, 200 locales en el centro comercial y 24 oficinas corporativas, cuya operación sería facilitada con una guía normativa establecida en colaboración con la Administración Central Operativa de Aduanas.
El Gobierno del actual embajador de México en Canadá, consideró que los estímulos fiscales que representaba el recinto atraerían a cientos de empresas que serían beneficiadas con la tasa cero de impuestos, pero nadie se apuntó. Las ruinas de ese funesto proyecto se encuentran a un lado de la Universidad Tecnológica.
Estos datos no tienen en ningún caso un afán comparativo con lo que la administración de Mara Lezama plantea; es, simplemente la intención de un atisbo; dar mínimos antecedentes que permitan a los actuales planeadores del gobierno, escudriñar en nuestra historia reciente y comprender qué falló; por qué no progresaron esos planes presentados como salvadores del abandono económico del sur luego de la desaparición de la Zona Libre.
El actual gobierno de Mara Lezama pretende “devolver el brillo a Chetumal” y, lo ha intentado con proyectos como “el barrio mágico”, la tecnología holandesa para evitar las inundaciones, los caminos rurales sacacosechas y otros más que han sido eficientemente divulgados; por ello llama la atención que a través de incentivos fiscales, ISR e IVA se intente atraer inversiones foráneas que refresquen la economía de nuestra región.
Sin duda este proyecto es esperanzador y estaremos atentos a su desarrollo, únicamente es recomendable, escudriñar en nuestra historia reciente en ese aspecto que no nos haga ver como deja vú, sino que percibamos un verdadero desarrollo y no quede en “la primera piedra” como quedaron los ya mencionados: necesitamos que sean programas de largo aliento que verdaderamente sienten las bases de un desarrollo al menos de unos 30 años.,
Enhorabuena y no hay que quitar el dedo del renglón.