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Novedades Chetumal
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El único paralelismo entre Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera y el ex gobernador Mario Villanueva Madrid fue su estancia en el penal de presunta alta seguridad en Almoloya, estado de México. Claro que ambos fueron acusados del delito de narcotráfico y delincuencia organizada, pero a la luz de los recientes acontecimientos estamos ante dos casos opuestos.
Porque en la segunda fuga del Chapo Guzmán se detecta a leguas una complicidad colectiva para dejar en libertad a uno de los barones de la droga en nuestro país, aunque no deja de sorprender la tremenda vulnerabilidad del penal de “alta seguridad” del Altiplano, de obligada mención en próximos corridos.
Me inquieta que decenas de mexicanos jueguen en el mismo equipo del Chapo Guzmán, mientras el gobierno mexicano sigue presumiendo a Mario Villanueva como trofeo, ya que su extradición fue alentada por nuestro gobierno en el infame período del presidente Felipe Calderón.
Porque el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto evitó con uñas y dientes la extradición del “Chapo” Guzmán, enviando sospechosas señales que ahora son tan evidentes, ya que el verdadero narcotraficante no sólo es solapado, sino que dicta órdenes con un simple gesto.
Recuerdo la humillante escena del ingreso de Mario Villanueva al penal de Alomoloya, cuando un guardia lo trató con la punta del pie, obligándolo a decir en voz alta la cifra que le correspondía: preso 1074.
Esa altanería ampliamente difundida cuando Villanueva ingresó al penal de Almoloya estuvo ausente en el ingreso del “Chapo” Guzmán, ya que el verdugo mide el peligro y no tiene vocación de kamikaze.
La cobarde humillación fue condenada por el Diego Fernández de Cevallos, “El Jefe Diego”, cuya saeta impactó en de lleno en el Secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda, quien fue acusado veladamente de verdugo por su compañeros de filas en el PAN.
El análisis de los casos Villanueva y “Chapo” Guzmán lanza luces sobre el comportamiento hipócrita de nuestro gobierno federal que golpea con saña cuando sabe que sus actos no tendrán efecto bumerán, cediendo ante el poderío de una industria muy poderosa que ha infiltrado cada tejido de nuestros gobiernos.