A TIRO DE PIEDRA
Julián Santiesteban
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La Universidad de Quintana Roo (Uqroo) atraviesa por la más grave de las crisis desde que fuera creada por la atinada visión del ex gobernador, Miguel Borge Martín, y en tan sólo 24 años, lejos de construir un camino efectivo hacia su autonomía, se enfila a convertirse en una dependencia gubernamental más, a partir de los apetitos de quienes pretenden dirigirla.
Dos de los que antes han aspirado a convertirse en rector de la Uqroo han declinado sus intenciones: Martín Ramos Díaz y Manuel Alamilla Ceballos, quienes han expresado que seguirán desempeñando su actual encargo, uno como profesor investigador de la misma universidad y el otro como secretario particular del secretario de Energía del país, Pedro Joaquín Coldwell, respectivamente.
El 16 de agosto deberá asumir el cargo el nuevo rector de la Uqroo y el camino de la sucesión parece haberse reducido a tres alternativas: la que impulsan algunos académicos y que pugna para que uno de ellos sea quien lleve las riendas de la máxima casa de estudios quintanarroense. Insistir en que sólo un académico puede dirigir la institución, es tan incorrecto como plantear que sólo un médico puede dirigir la Secretaría de Salud, cuando lo que se requiere en realidad son administradores públicos con visión, capacidad y proyecto para su desempeño. Sin embargo, en los últimos años desde el interior universitario se ha mantenido esa postura.
Otra es la que plantea que ya es tiempo de que un egresado dirija la institución; lo cual resulta una posibilidad interesante, sólo que al igual que los académicos, el problema radica en el merecimiento únicamente a partir del origen. Ciertamente, en tanto la universidad no sea autónoma la decisión sobre el nuevo rector estará ampliamente influenciada desde el gobierno estatal, pero designar, a través de la Junta Directiva, a alguien cercano, burocráticamente hablando, no representará necesariamente alguna mejoría para la Uqroo, actualmente sumida en el abandono administrativo, precisamente por ese tipo de “influencias”, así que el cuestionamiento no está en lo legal, sino en lo legítimo.
Al final, el origen no debe ser el factor más importante, pues recordemos que “hasta las arañas se comen a la madre”, así que proceder de la Uqroo, o ser académico en la misma, no es, ni debe seguir siendo, el factor decisorio para la designación de sus autoridades, como tampoco ser burócrata o llegar al cargo por “merecimientos” políticos.
Y de ahí deriva la tercera postura con respecto a la sucesión, que es la que plantea que debe anteponerse al origen, un proyecto de futuro que describa las acciones a realizar, los objetivos a alcanzar, y aunque los planes anuales se definen en el cargo, es fundamental que quienes aspiran a administrar la universidad se comprometan a dignificar lo que con tanto esfuerzo se edificó, y con tanta simpleza se derruyó. No, Elina Coral Castilla ha representado un enorme retroceso para la máxima universidad pública quintanarroense; y eso no puede cambiarse ni con turbulentas publicaciones de apoyo.
Así, de manera natural se perfilarán quienes puedan y deban llegar a la rectoría, aun cuando las “guerras de baja intensidad” se lancen desde secretarías de gabinete como la de Desarrollo Social e Indígena, y aunque efectivamente hasta ahora la decisión estará “orientada” desde el ámbito gubernamental, sin duda encaminarse a la autonomía y no a la burocratización, es la mejor forma de enaltecer el legado que Miguel Borge Martín diera a la sociedad de Quintana Roo: una universidad pública para la formación de sus ciudadanos.
Con lo aquí expuesto, y considerando los meses aun por transcurrir para que la Junta Directiva emita la convocatoria para la sucesión, los aspirantes –confesos y agazapados- tienen la oportunidad de construir los proyectos que deberán contrastar con quienes con ellos compitan; de esa manera y, por primera vez en el casi cuarto de siglo de su existencia, la Uqroo podrá tener el primer rector que llegue al cargo por capacidad demostrada y con compromiso con la comunidad universitaria y con nadie más; así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima.