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La vieja democracia

Diario de Campo | Margarito Molina
Novedades Chetumal

«La democracia es el peor de todos los sistemas políticos,
con excepción de todos los sistemas políticos restantes
 W. Churchill

Giovanni Sartori refiere que fue Heródoto el primero en mencionar la palabra democracia; de ella decía que era lo más bello, con leyes y reglas iguales para todos. Era una palabra y una práctica tan simple que después evolucionó en algo complejo, y ahora resulta hasta ambigua, envuelta en demagogia: entre lo etimológico y lo real, hay un gran trecho.

El mismo Aristóteles ya reflexionaba sobre la panacea llamada democracia y se refería a ella como una mala forma de gobierno, pues la decisión era de muchos y el gobierno era para unos pocos.

La democracia es un mecanismo para legitimar el poder, al margen de cómo el poder sea ejercido, y para ello se apoya en los principios de elecciones libres y periódicas para decidir esa forma de gobierno. A esto se le conoce como democracia representativa o indirecta, que es la que se practica en muchos países.

La democracia, bien entendida, va más allá de unas elecciones. Es un gran marco que puede ser liberal, pluralista, populista o radical. Y en ese marco se debe considerar la igualdad de condiciones sociales y laborales. Sin ese marco, la democracia queda reducida a una práctica electoral.

Han transcurrido más de dos mil quinientos años desde que la palabra democracia -su significado como gobierno del pueblo y sus múltiples realidades- se estableció como forma de gobierno, ahora en gran parte del planeta. En ese largo camino el contenido ha cambiado.

Según Thomas Meany, un joven historiador de la Universidad de Columbia, el acuerdo social original que daba vigencia a la palabra se reduce a lo siguiente: periódicamente “los ciudadanos de las democracias modernas se abren paso hasta las urnas para emitir su voto frente a un restringido número de candidatos. Una vez que se han eximido de ese deber, sus representantes elegidos toman las riendas. En el funcionamiento diario de la democracia, el público queda marginado”. Argumento muy similar a lo que Aristóteles había observado.

Es cierto: es difícil imaginar a decenas de millones de ciudadanos reunidos en un sitio para discutir y decidir sobre políticas sociales o económicas nacionales o analizar y firmar acuerdos internacionales sobre comercio o servicios. A esto se le llama democracia directa, y parece imposible, utópico. Para intentar resolver esta situación, se elige a los mejores, a los ínclitos, a los que velarán por los intereses de la mayoría que fue quien los eligió.

Conociendo que es la democracia representativa la actual forma aceptada, no significa que no se pueda pensar en otra posibilidad que esté apoyada en las plataformas virtuales y en la que el ciudadano sea consultado directamente en decisiones de trascendencia nacional: leyes, reformas, etc.. Eso significaría que en la ciudadananía exista un gran interés en la política y que sus diputados, senadores, gobernadores y presidente estén dispuestos a ceder parte de sus responsabilidades. Ello nos acercaría a una democracia directa usando las nuevas tecnologías.

Hoy, la democracia moderna tiene problemas, sobre todo de credibilidad, de legitimidad. Más allá de los esfuerzos que realicen las instituciones electorales por perfeccionarla, ha crecido el malestar en la sociedad producto de la desigualdad, la pobreza, la corrupción y la violencia. A ello agréguese el hartazgo hacia los partidos políticos, principales actores de la democracia representativa.

José Woldenberg señala algunas causas que afectan a la democracia mexicana:  a) el antipluralismo, que no es lo mismo tener muchos partidos, y que es fomentado sobre la base del imaginario de que el pueblo es un bloque sin fracturas y que sólo existe un sujeto virtuoso y un solo programa e ideario digno de crédito,  b) un déficit de ciudadanía y de sociedad civil, donde las redes tradicionales y corporativas (empresariales, sindicales y agrarias) ocupan las iniciativas ante una sociedad que no participa en los asuntos públicos, c) el lenguaje y el comportamiento de los partidos políticos, donde cada uno de ellos proclama que tiene todos los valores y el adversario representa todo lo negativo y donde la sociedad no comprende el significado del debate y la tensión entre ellos y d) el estancamiento económico y sus consecuencias derivan en un desencanto hacia los regímenes políticos.  Entre otras causas.

A nivel mundial, la democracia se encuentra afectada por ciertos fracasos del libre mercado. La economía globalizada hoy día dicta muchas de las líneas políticas en los países y éstas tienen cierto éxito en las economías ricas, mas no en las economías pobres o emergentes:  no son los mismos resultados.  La modernización, el crecimiento y la realización del individuo no se da en las mismas condiciones en un país que en otro, aunque el sistema democrático sea similar.

A pesar de esta situación, Churchill tenía razón. No se puede comparar la democracia con el fascismo u otro sistema dictatorial. La democracia es un sistema de gobierno que convive con monarquías, oligarquías, repúblicas teocráticas, patriarcados totalitarios, oligarquías socialistas y autocracias antiliberales.

Queda exigirle un mayor compromiso, genuino y concreto, con la igualdad política, la mejora económica y la justicia social. Larga ha sido su historia, un mismo significado y contenidos diferentes. La construcción, el perfeccionamiento, debe continuar.

Como anécdota que puede ser revisada, en aquellos tiempos griegos, el ejercicio de la democracia participativa no pasaba por el voto: se escuchaba al candidato y el ciudadano decidía por aclamación…  ¡Se valoraba la inteligencia, las ideas y la retórica del candidato! El interés crematístico, el dinero, y la publicidad de imagen no eran determinantes, no eran necesarios, ni existían. Son otros tiempos, mejores tal vez, pero insuficientes para  una democracia en construcción.

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