No hay gobierno exitoso posible si Mara Lezama no logra el rescate de la Secretaría estatal de Seguridad Pública, parasitada por Jesús Alberto Capella Ibarra en el mandato del gobernador Carlos Joaquín González, quien en mala hora entregó el control absoluto al “Rambo Tijuanense”, desechando al policía de carrera chetumaleño Rodolfo del Ángel Campos al ser doblegado por el monstruo.
En otro flanco vital, Carlos Joaquín entregó la Fiscalía General al fuereño Óscar Montes de Oca Rosales, quien relevó a uno de casa que tampoco pudo: Miguel Ángel Pech Cen, encumbrado por Carlos Joaquín para deshacerse de Carlos Arturo Álvarez Escalera, heredado por su antecesor Roberto Borge.
Ayer nos sobresaltó la intempestiva renuncia de Manelich Castilla Craviotto, quien en el primer minuto del pasado domingo había tomado posesión como Secretario de Seguridad Pública, relevando a Lucio Hernández Gutiérrez.
Las cartas credenciales de Manelich Castilla lo calificaron para la tarea porque fue el último Comisionado General de la policía Federal, y lo fue en el mandato del Presidente Enrique Peña Nieto.
Manelich fue reemplazado por Rubén Oyarvide Pedrero, Contraalmirante de la Secretaría de Marina y con una complicadísima tarea de reconstrucción desde las cenizas, como en un escenario de postguerra en Berlín o Japón, porque la huella de Capella es tan negativa como una enfermedad de la Edad Media que ha dejado montañas de muertos a su paso.
La seguridad pública es el mayor reto porque amenaza y acuchilla de norte a sur, arrebatando la tranquilidad incluso a nuestra capital chetumaleña donde los delitos son algo cotidiano. Por ello ahora la Secretaría de Seguridad Pública es la columna vertebral del gobierno de Mara Lezama, porque no hay armonía social y condiciones para la buena marcha de los negocios con tantas alimañas haciendo de las suyas y cobrando el derecho de piso a cielo abierto, vomitando plomo si no hay plata.
En los tiempos de Pedro Joaquín y Miguel Borge Martín se podía entregar la silla de seguridad pública a quintanarroenses que no encontraban espacio en otra área, porque su tarea era comparable con la de vigilantes que mantenían a raya a ocho o 12 víboras ratoneras, pero ahora nuestro patio y aposentos han sido invadidos por cobras reales, mambas negras y nauyacas, cuya ponzoña mortífera reclama mandos más experimentados.
La Secretaría de Seguridad Pública pide a gritos una revisión en sus vísceras y en todos los órganos, revisando el desempeño de cada mando heredado por Capella y con una auditoría muy completa y sin concesiones porque el presupuesto de este año asciende a 2 mil 298 millones de pesos. Para hacer una comparación, la Secretaría de Salud apenas recibe 85 millones.
Pero este gigantesco presupuesto asignado a Seguridad Pública no se manifiesta con resultados palpables y benéficos para mujeres y hombres de bien, porque los delincuentes se desplazan a sus anchas y no hay cámaras de vigilancia y presencia amplia de policías preventivos para desactivar a los malosos.
Por ello Mara Lezama ha sido obligada a concentrarse en un tema tan urgente como una cirugía a corazón abierto, tomando el control completo de Seguridad Pública porque de esta dependencia estratégica depende la buena salud de Quintana Roo y el triunfo de su gobierno que apenas inicia.
ONDA TROPICAL
Los diputados locales pueden llamar a comparecer a los funcionarios que les vengan en gana porque tienen el chirrión por el palito. Con esa autoridad estarán citando a los colaboradores de la gobernadora Mara Lezama para que expliquen el cochinero pestilente dejado por los colaboradores de Carlos Joaquín.
Yohanet Torres Muñoz –diputada plurinominal del Verde Ecologista y Secretaria de Finanzas y Planeación con Carlos Joaquín– acertó al señalar que los exfuncionarios tienen que comparecer y fue más allá, al anunciar que cocina una reforma a la ley para que acudan los que se fueron y no los que vienen aterrizando en sus cargos, según entrevista hecha por el reportero Francisco Javier Hernández.
Dicho con palabras rancheras, tienen que ser llamados quienes inmovilizaron la vaca, le hundieron la faca y se repartieron hasta las vísceras como incorregibles e impunes cuatreros que acabaron con medio hato ganadero y andan muy quitados de la pena, confiando en el “borrón y cuenta nueva”.