Apenas superado por Colima, Quintana Roo ocupó en diciembre pasado la segunda posición a nivel nacional en el flujo de delitos por cada 100 mil habitantes con 237.9 víctimas, según números del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Lo llamativo y vergonzoso es que el vecino Yucatán –donde gobierna el panista Mauricio Vila Dosal– ocupa la última posición (13.7) y es ejemplo nacional a seguir en materia de seguridad.
Esta circunstancia negativa tan desafiante es la que enfrenta la gobernadora lopezobradorista Mara Lezama, quien el 25 de septiembre pasado recibió una silla candente de su antecesor Carlos Joaquín González, en cuyo mandato los niveles delictivos subieron como inundación tabasqueña para convertir en algo cotidiano las ejecuciones en Cancún, nada raras ya en nuestra castigada capital: Chetumal.
Carlos Joaquín no pudo o no quiso combatir la violencia y cometió un doble error histórico al reclutar a dos fuereños inflados que fracasaron en cada línea de combate: Jesús Alberto Capella –ex Secretario de Seguridad Pública– y Óscar Montes de Oca Rosales, aún al frente de la Fiscalía General que padece su etapa más negra, ya que ha sido inundada por los delitos que están en su apogeo y con tendencia a la alza.
La misma Fiscalía ha sido parasitada por elementos que están al servicio de la delincuencia organizada y le dan vía libre, lo que explica el vergonzoso subliderato en incidencia delictiva cosechado por Quintana Roo en diciembre pasado, con Mara Lezama lidiando con el explosivo legado de Carlos Joaquín, nuestro embajador en Canadá por obra del Presidente Andrés Manuel.
El Fiscal heredado por Carlos Joaquín es indefendible por sus números negativos y su destitución es una medicina que tiene que ser aplicada en los próximos días por la salud de Quintana Roo. Y con Montes de Oca tiene que irse el equipo de “importados” incompetentes que arrebataron fuentes de empleo a los de casa, tal como ocurre en Seguridad Pública.
El sucesor de Montes de Oca puede ser de casa o de nuevo “importado”, pero tiene que estar comprometido con nuestro estado para devolverle paso a paso la tranquilidad, pero no esa paz de los sepulcros a la que nos ha condenado el Señor Fiscal.
Pero si el Verde Ecologista también se apodera de la Fiscalía, sería tan malo el remedio como la enfermedad activada por el joaquinista Montes de Oca, cuyo manejo del abultado presupuesto tiene que ser sometido a una rigurosa auditoría forense que lo meterá en aprietos, aunque estamos resignados a que la justicia se aplique a los enemigos, no a los corruptos con doctorado.